jueves, 3 de abril de 2014

Muerte y Sexualidad, dos puertas para la vida

!ya estamos muertos¡
En el continuo Vida/Muerte/Vida, la Muerte representa una pauta esencial de la creación. Así es, también con la Sexualidad y merced a sus eróticas atenciones y sus generosas urbanidades la vida  se redime, se recobra y se reivindica. Vida/Sexualidad/Vida.

Si uno desea la salud y una vida abundante y avivada, debe componerse una  obra musical para cuya ejecución nos favoreceremos de la sexualidad como pedales de la orquesta.

Se da en buena parte de la cultura occidental que el carácter de la Muerte se ha envuelto en distintos dogmas y doctrinas hasta separarlo de su otra mitad que es la Vida. Lo mismo ocurre con la Sexualidad que viciada por ortodoxias nocivas, censuras malditas y un reflujo inagotable de condenas ha sido rechazada y olvidada. Relegada al microcosmos del placer sexual y para quienes lo puedan ejercer, una sexualidad acotada y sometida a un presupuesto.

Pero en otras culturas como la de las Indias Orientales y la maya, que han conservado las enseñanzas acerca de la rueda de la vida y la muerte, la Dama de la Muerte envuelve a los moribundos, alivia su dolor y los consuela.

Es fundamental entender que la sexualidad no es algo que uno tiene que desear y buscar sino que escucharla, atenderla y experimentarla. Ya que es una sinfonía que se genera desde el adentro, un eco multiplicándose por las oquedades que se distribuyen  por todo nuestro existir. Un concierto que en armonía -esto es: la unión y combinación de sonidos simultáneos y diferentes, pero acordes, bien concertados y con una grata variedad de movimientos, cadencia, ritmo, medidas y pausas, caricias y besos- y en su ejecución magistral, el Ars Amandi, es una joya de nuestra esencia producto de atraerse y desearse, es un arte, el arte de amarse, y crea un verdadero e insobornable amor sin paridad, salud sin límite.

Hay en toda relación, entre dos personas o más –parejas, amistades, familia, compañeras,...- un corazón y un brío. Una sístole y una diástole y cuando se acalla un brío se entona otro. Necesitan, el corazón y el brío, una forma de expresión y bien podría ser esta la sexualidad.

Si creemos que la fuerza de la sexualidad no tiene cabida en el desorden nos equivocamos, la sexualidad no se conforma con la insinuación perversa de la Señora de la Guadaña. En el silencio oscuro e infausto que brota en la afección y el desequilibrio, amarnos cogidos de las manos, amarnos con las palabras, amarnos con las miradas y las caricias, sintiéndonos con el abrazo, satisfaciendo la sed de piel…  nos trae un lenguaje musical, para nuestro ser, hacedor de azarosas proezas en favor de la vida. Las fuerzas que la sexualidad pone en movimiento forman parte de nuestra propia naturaleza, emergen de una batuta interior que conoce las notas del pentagrama y la coreografía de la danza Vida/Muerte/Vida.

La mayoría de nosotros, aludiendo a la sexualidad, pasamos por encima de ella, tropezando y sin prestarle la atención debida. No obstante, la sexualidad es una pedagoga sabia, como la muerte, conoce nuestra holística, reconoce cuándo algo puede, debe y tiene que nacer y cuándo tiene que morir. Y, en nuestras asaduras conocemos, intrínsecamente, su métrica y su disciplina. 

Para acabar, quiero traer a colación palabras de Rosario Castellanos, la mística y poeta mexicana, que escribe a propósito de la entrega a las fuerzas que gobiernan la vida y la muerte:
... dadme la muerte que me falta...

Yo, parafraseándola, aludo:
…dadme la sexualidad que me falta…

Y diría más, emulando al poeta, que la muerte –aquella que no da fruto- es quizás el tiempo que transcurre entre que tú y yo hace dos instantes que no nos miramos ¿no es eso acaso ausencia de sexualidad, la muerte que cosecha la vida?




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