sábado, 25 de octubre de 2014

microrrelatos

Texto realizados en el curso de Creación Literaria, del CEPER Pintor Zuloaga, aula Arbolí 

negro sobre blanco

La vida tras el bigote
Como un bigote a lo antiguo y con las últimas claras del día, no se le  puede dar cuerda al reloj. La brevedad de la vida no da para caminar, conquistar y desaparecer, oculto tras un bigote a lo antiguo. Más bien, con la fidelidad que un hombre cuida su bigote, compañero tallado con el que reparte suerte en un efímero y eterno tic tac del segundero, como un bigote a lo antiguo, Perdonar -Per, constancia y totalidad- y Donar, dar constante y totalmente- como un bigote a lo antiguo, roce del reptil por la tierra, en el mundo de las formas paganas, ser capaz de amarse y saborear el goce que es vivir sin disfraz, que al fin y al cabo es lo mismo.

Desnuda
No estoy acostumbrada a tener compañía… y menos aún de semejante ser hirsuto. Me cansan las sombras que profanan la mía. Siempre fui reacia a encontrarme con grotescas criaturas en una extraña prostitución a la diosa naturaleza. Es como dice Nietzsche, “la creatura y el creador se unen”. Hermosa melancolía del porqué de las cosas. Esta criatura me hace subir como la espuma de la leche y no deseo que me arrastre hacia la maraña del laberinto de su caricaturesco cuerpo.
Serpiente que susurra a Eva.

El beso
Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Un sinnúmero de ajenas sueñan con vivir una aventura sublime. Algunas, las exitosas, las vivieron. Ahora soy yo el protagonista exaltado de esta que les voy a narrar, rojo encendido por la emoción con la mirada perdida y oculta la razón. No sé si fue un beso o un simulacro de realidad, sin embargo me sentí como la primavera que presiente los nuevos brotes y dejándome llevar cual rama a la deriva en el río de la lluvia; consumido el beso, quede invadido por el silencio altanero.

Desvelar
Encontró una carta en mi cajón que no iba dirigida a ella, la leyó… Ficción, embustes, engaños; una misiva cargada renuncios de un diestro en el  arte de la quimera. Mentiras escritas que como las ondas sobre la superficie del lago iban creciendo al chasquido de una pluma cargada de humo. Una neblinosa bruma matinal que encubre mis violentos deseos de  zurcir me niega salir del laberinto. Por una necesidad de sentir afecto y ternura me invente un amor al que no puedo renunciar, sin embargo a la mentira como al sol no se les puede mirar de frente.

Al descubierto
-Por cierto ¿hoy es domingo?
Inquirí a quien invadía mi asiento, una chica desvaída que pareciera que nunca se hubiera peinado.
Una racha de viento ahogo la lámpara de mi cabeza. Ya no había razón en las oscuras oquedades.
-Por cierto ¿hoy es domingo?
La desgarbada ataviada con trapos de un ropero de caridad, seguía sin responder.
Rincones de casapuertas con desconchones que parecen caras de Belmez, así quedo mi mente tras los envites del temporal.
-Por cierto ¿hoy es domingo?
La zarrapastrosa se muerde la lengua. Tiene un perro por familia. 

Poema de amar
Los hombres que a mí me gustan no saben llorar ni se sustraen al abrazo genital. Hombres que abandonan el pene, que olvidaron la vaginalización de la mujer y moran en una sexualidad sin dobleces. Una sexualidad sin jerarquía en la relación con los cuerpos, en un nuevo desorden amatorio, lejos del coito como principio rector del caos. Hombres que reniegan del turista y recuperan al viajero, que esquivan lo permitido y acuden a lo prohibido, que danzan al compás del agua de la fuente que me recorre imparable para saciar la sed de piel. Hombres que me estimulan el goce de los goces  y me suscitan orgasmos sempiternos. Los hombres que a mí me gustan recitan el Ars Amandi1.

1Poema de Ovidio

Otro final
Y su relato, vocero de lo acontecido en el último capítulo, era escuchado celosamente por todas, desde el abuelo languidecido a la afanada ama de casa pasando por la chiquillería alborotada esperando que se abra Pandora, todas ellas, deseosas, se agolpaban prestas a recibir una dosis de oleos balsámicos para sus desdichas.

Europa
Deberías airearte un poco, estas llena de telarañas, polvo y caspa. Cuando me hablan de ti se me llenan los oídos de tierra seca y me llega un olor a bolitas de alcanfor. Eres puerta equivoca, a veces hermética a veces viciada. En el aire que respiras no permanece la credulidad. Deberías concebirte y abortar en un continuo vida-muerte-vida y deberías hacer girar el cuchillo para seguir el rumbo que te marque y deberías exigir con él igualdad, libertad y fraternidad. Lo  que no debes hacer es silenciarte.

Indecisión
Las flores blancas preñaban el espacio y el olor otoñal se reflejaba en las gotas de lluvia.
¡El cielo estaba rabioso!
Es tarde y Papito espera, como las velas al viento. No hay pamelas ni tocados, el protocolo no lo requiere, las figuras veladas en sombra lo anuncian bajo la luz amarilla prendida de la piedra ostionera. Dentro, bancos alineados. Fuera, cámaras polaroid. Por todos lados, nudos de corbatas y tacones de vértigo. Las manecillas marchan atropelladas. Hay cuerpos que se entrelazan, miradas con el rabillo del ojo, murmuraciones opacas y piropos.
¡Que guapas estamos todas!
Y yo sigo sin saber qué hacer ¿La espero dentro o salgo a buscarla? Salgo, y la grúa se ha llevado el coche nupcial.

La rueda de la vida
Ángela sentía una angustia continua que se fue tejiendo vuelta a vuelta, punto a punto con las agujas del dolor. Todos los ángulos de su existencia los ha inundado la sombra del silencio. Ya no está su amor, y con él se fueron el manitas, el contable, la pareja sexual y el calentador de cama. A Ángela, la muchacha antivestida, todo le asusta, tiene miedo de todo. Y el revés de la muerte, pese a la pulga interior que aguijonea a Ángela, rueda invariable. Forzada a talar el árbol sin hojas de la tristeza y cubrir la huella de la puñalada, Ángela, con la voz extinta en su garganta y una gota salada sobre la tarjeta,  acompañada de su cuñado, el que contrasta con el más débil,  por primera vez ha sacado dinero de un cajero.





viernes, 3 de octubre de 2014

divina locura

fresco en el museo de la Catedral de Astorga
Al momento los gestos de sorpresa, las caras de susto y, también, la disposición presta inundaron el espacio que acogía aquella primera sesión. Unas esperaban que por ser hoy, orto del curso, no pasáramos de una mera exposición de contenidos y presentaciones, y así llegaría el ocaso del tiempo sin tener que mostrarse por miedo a las caras desconocidas y el desnudo escénico. Otras, osadas o marineras curtidas en destaparse, felices de embarcarse en esta nueva travesía.

Al final, todo se dio como ocurre siempre en la vida, un paso tras otro. Unas, las más, tropezaron con una piedra, otras usaron la piedra del camino como asiento, otras moldearon la piedra y, de algo tan efímero como una sesión de inicio que da pié a otras, oímos, como relatos poéticos y novelescos, vidas travestidas.

Tras una de estas, escondida en una mente maravillosa, percibo a una de esas personas a las que la sociedad tilda de “loca”. Adorable ser, y me gustaría escribir como ella se narra y compartirlo con vosotras, “las personas sensatas”, las que habéis conocido la cordura en su plasma más cercano y lejano a la infinita incomprensión del SER y que, pese a ello, seguís ligadas a una sociedad pérdida en la razón.

Comienza a comunicar y nos habla de la locura como de una mente abierta a percibir una realidad diferente, más genuina. Vista con una mirada blanda para que el sentir del “aquí y ahora” no sea una pistola cargada que se vuelve contra ella, contra una misma. Una realidad que da expresión al ser en la forma, con un anhelo del corazón y el objetivo la psiquis.

“Con cordura y las últimas luces del día, no se le puede dar cuerda al reloj”-nos cuenta. “La brevedad de la vida no da para caminar, conquistar y desaparecer oculto tras los delirios de la sensatez en las últimas luces del día. Más bien, con la fidelidad que un hombre cuida su bigote, compañero tallado con el que reparte suerte en el efímero y sempiterno tic tac del segundero, cuidar de la locura con constancia y totalidad; y como el roce del reptil por la tierra, en el mundo de las formas cuerdas, ser capaz de zigzaguear, perderse y saborear el goce que es vivir sin disfraz, que al fin y al cabo, es legítimo”.

¿Inevitable destino? –yo me pregunto.

viernes, 29 de agosto de 2014

el compromiso con la vida

             en la fachada de la  Farmacia Perdiguero Pérez       

C/ Cervantes, 48, Cádiz 

El compromiso nos arrastra por mil maneras conformes y discordantes de ser felices.

Por ello, no basta con la voluntad de comprometerse, hay que comprender porque nos comprometemos y que esperamos del compromiso.

¿Comprender el qué?

-“Comprenderse a una misma para entender lo que  las demás me manifiestan”. Y, en esa senda, “experimentar, en el ahondo, lo que vivimos más allá de los límites de la piel”. Esto, nos ayudará a enumerar las clausulas de nuestro convenio con la vida.

Claro está, e importa y mucho, que el nivel de volumen que le demos a la responsabilidad del pacto no puede superar los decibelios a los que nuestro Ser esta apareado en y para el tronado de nuestra existencia en el que estamos relampagueando, lo que viene siendo en el sonoro “aquí y ahora”.

Si este acople, que debería ser un suave vaivén, es impropio, a veces, enojadas e inconscientemente, atribuimos fuera la dejadez y el desánimo que nos provoca el compromiso o la falta de este o la impertinencia y fatiga del mismo. Es como la crisálida que espera a que el capullo se abra desde fuera, discúlpenme! –una estupidez, la verdad.

Está bien! Hay que salir a caminar, pero si llevamos los cascos puestos –repito- ajustemos el volumen a la vibración de la sístole y la diástole de nuestro latir y sin perder el ritmo acompasado del aliento. Y, exploremos por dónde podemos desvelar el rumbo que nos lleve al compromiso entonado y de una manera natural, sin hastío y con tierra bajo las uñas.

¿Dónde sumergirnos?

-Pienso yo que -en las sombras. ¿Qué sombras? -Las nuestras. –Posi, Amarrosa.

Aquello que no queremos ver, lo oculto a nuestra mirada -porque así lo requiere el ego-. Allí, en los rincones oscuros y opacos, de piso resbaladizo, allí está la luz. Y, nos ayudara a darle intensidad, a esta luz, fijar la vista en las personas que nos la  proyectan (la oscuridad, lo que no me gusta).

Dicho esto, no es recomendable y poco beneficioso, incluso, diría yo, temerario, ir al compromiso como el que busca en un ropero ajeno y desordenado. Ya que suele ocurrir que nos vistamos de manera confusa, dispar a nuestro estilo y poco conjuntado, cuando menos.

Solemos comprometernos como vestimos la piel (para crear una imagen hacia los de fuera). Sin embargo, y es mi opinión, comprometerse tiene más que ver con estar acorde con la necesidad de la estación, con vestirse de temporada (vestirse para lo intrínseco). Vestirse para el momento es comprometerse con la trascendencia. Y nos ocurre con frecuencia, relativamente asidua, que “a ti te baila la falda y a mí el pantalón”, una forma de expresar como otra cualquiera que hay veces que nos enrolamos en compromisos que nos quedan grandes. Buques ingobernables para un simple tripulante. Barcos que no nos permiten la travesía porque, sencillamente no podemos zarpar al no poseer el saber y la maestría necesaria para gobernar la nave. Y nos quedamos amarrados a puerto, en el mejor de los casos, o podemos quedar anclados en bahía y aislados de la toma de tierra.

Entonces, y esto es una invitación personal, “romperse la camisa y seguir hasta los amaneceres”, es la más coherente de las salidas, la que optaría un experimentado lobo de mar. Soltar amarras no sería prudente. El tripulante debe comprender que su rol no es ese y debe ajustarse el volumen desprendiéndose de una casaca que no le corresponde.  La invitación es a desnudarse para verse como una es y acudir a la noche estrellada sobre la inmensidad del  océano para entender, para darnos cuenta. Esto sería más avispado, intuitivo e inteligente.

Desde allí y fijando la mirada en el manto oscuro de la bóveda interior, vislumbraremos el compromiso que nos aviene y nos hará avanzar. Se nos manifestara porque es real y como un paisaje relajante. Nuestro compromiso con nosotras mismas, con la vida, ha de ser zen o no lo será, será otra cosa.

Añadir que, a mi modo de ver, solo hay un compromiso, una acción que realmente es necesaria para sobrevivir y es comprometerse con el agradecimiento a la vida o lo que es lo mismo comprometerse con el amor. Recibir -sinónimo de agradecer- de la vida, lo que la vida nos da en abundancia, es el único alimento capaz de saciar la sed de piel que nos muerde el corazón. Visto así, diría yo que, el compromiso es una oportunidad para experimentar lo que ya comprendemos del amor y avizorar nuevos goces.

Gracias, Mamen, por mostrármelo!!

"es el Amor lo que mantiene todo unido, y también es el Todo" Rumi

miércoles, 6 de agosto de 2014

Rutas de Castillos y Amores

Castillo de  los Templarios, Ponferrada
Casa Samuel, estación de postas, vuelve a enamorarme. Sus gentes, mis yoes, incalculables, inconmensurables. Disfrute inesperado, risas y suspiros. Respiración presente, de noche y día.

Salamanca nocturna, mi relámpago en el estío. A su sombra me cobijo. Sus piedras me  elevan. Encuentro del Ser con el Ser. Sin culpa, a pesar de la insistencia y el amargo sabor de la inercia egocéntrica. En sus espacios, con descaro travieso, me relaciono con ellas, las facciones regaladas de mis personajes.

Mariposas en el estómago, lujurias en las conversaciones. Pimienta sazonada en la mañana, en el carrusel de tareas ofrecidas y aventuradas. Sin límites a la hora de estrenar piel. Unas y otras mascaras del carnaval salmantino que interpretan el amor restando distancia a la separación del Ser, para la felicidad de este, rescatando el amor cual peregrino del camino salvando puentes.

¡ah, si las rutas hablaran!

San Martin y Miranda, castañares, fuente natural, entre bosques.

¡Disfruté!

Cementerio al pie de la torre atalaya, entre dos paredes, testimonio del amor eterno. Terreno de los callados. Almas, testigos que custodian la historia de condes y princesas. Que suerte que se amaron.

Creciendo en mi interior camino ancho de Castilla, hacia un lugar de voces mescladas en armonía de amor denunciado bajo planicies de plata, custodiadas por huracanes venidos de otros lares, preñados y nuevos, en busca de agua para bañarse.

Astorga, Ponferrada, Las Medulas orgullo de pasos pesados en la tormenta de chocolate que truena en mis oídos. Torrenciales de desmanes, conducidos por vías pecuarias, cañadas de atrios, de almas romeras que se consuelan con ellas mismas en el roce de su cuero. Un abrazo sincero, nudo de brazos largos, estirados para abarcar el sentimiento en un grito mudo, fusionado que rompe la montaña y separa cantos rodados de la arcilla y la arenisca descubriendo el oro de sus faldas, “Ruina Montium”.

Cómo vivir sin ti, Salamanca, oasis en el edén. Son tus guantes curtidos que me coquetean.

¡oh! Eso sí, cómo vivir.

Sara y Chus. Cipreses junto al camino. Sombras frescas. Pies hambrientos. Almas, una desnuda la otra descalza. Voces del corazón, canciones del yo interpretadas por el maestro del recuerdo y quién sabe si otorgando amanecer a los ojos locos de tanto amor.

Hay tanto amor dándose, Salamanca, que adoro estar en ti.

Corazones empeñados en amar a la luz de Sagrados Corazones. Aprendiendo a ser diferentes. Que se empeñan en ser lunáticos comportándose desde  la razón, sin llamar la atención.

Sueño salmantino que me vuelve loco, siempre lavadero para bañarme desnudo. Vestido para presumir y volcar la copa del veneno arrojado sobre él. Déjame todas las noches soñar contigo.

Que feliz de haber estado presente, de descubrir matices velados, imprescindibles para amar. Retorno a mí, más cerca del que soy, del innombrable por el ego. Dios, Energía, Polvo, Cometa que atraviesa corazones. Que feliz soy conociéndome de regreso. Dejando que la piel viva sus deseos. Fantasía de querernos. Secretos a viva voz que fluyen por entre los labios.

Samuel te echaba de menos, donde me siento conveniente, relámpago encarnado en aquí y ahora. Comprensión fluyendo sin pensamiento, ocurriendo.

Días de espuma, montañas que no son pechos de mujer, belleza desdibujada en paisajes distintos, unos anchos y secos, otros frondosos y húmedos de sexualidad que brota natural sin pornografía, generosa, sin límites ni moral entre barrotes. Días de amor, de enamorarse, traslucidos, llenos de lunares, trajes de faralais para días de feria. La feria del amor donde enamorarse de Lua –que es luna- y de Teresa, que es madre. La feria del pisar firme para dejar huella dentro. Goce sin fin, mezcolansa de espíritu y carne y comprensión. Besándose la piel celosa de sí misma, viajando entre dos puntos distantes de un abrazo.

Tan dentro de mí, de regreso, te llevo, amor, recuerdo de mí. Y ahora el silencio os nombra. Paredes que se expanden buscando un destino sin sorpresas al abrir la puerta para que entre el deseo en mi pecho excitado gustoso de consumirse por el fuego interior. Mordido por un rayo. Derribando fronteras estúpidas. Ellas sin saberlo, yo aferrado al momento para no caerme al suelo. Y me estremece que hubiera sido si yo no hubiera estado conmigo a la puerta de mi identidad, expresando amor. He reconocido mis personajes y me he reconocido en el amor.


Gracias Samuel, gracias Salamanca!!!

martes, 15 de julio de 2014

el amor

Expresaba Ludwig Von Mises que, “El actuar humano es siempre racional cuando es deliberado, y cuando no  lo es no es acción sino reacción, que es la forma en que se expresan o se conducen los animales.”

Partiendo de esta aseveración, yo quiero reflexionar sobre el Amor. En el amor, el ser humano no se diferencia de otras especies con las que cohabitamos la tierra. En el amor no cabe el raciocinio ni la deliberación. No obstante, Sí, hay posibilidad de acción y hay reacción en el amor. Sin amor no es posible estimar realmente la vida, cuyas vetas más tenues son tan suaves como un brote de rosa. El amor se da en la naturaleza humana y en los demás seres vivos, y en la misma medida, unos por instinto, otras (las personas) por necesidad intrínseca de fundirse con el Todo así como el río al llegar a la mar.

Es el amor el genuino sendero que venimos a recorrer por la vida. Es su comprensión y experiencia empírica la que nos acerca a nuestra génesis.

Para ello, para amar, es necesario perder el miedo a vivir. Decía Mandela “miedo a brillar”. Todos tenemos en lo profundo el conocimiento del amor, el brillo, la Luz para disolvernos en una relación de amor, con nosotras mismas, con la otra, con el entorno; con cada gesto, cada mirada, cada palabra, con cada roce que saciaremos la sed de piel.

Desde el amor y para el amor debemos afianzar nuestra decisión firme de ser felices y esto no es otra cosa que abandonar el sufrimiento. El amor no admite otra cara de la moneda, no se da esa dualidad. El amor no podemos voltearlo y si lo hacemos pasa como con la tortilla, más huevos y patatas.  El sufrimiento es consecuencia del olvido de que somos amor, el polvo posado y amontonado sobre la túnica del corazón.

Ahora quiero añadir que, a la vida hemos venido a sentir el amor y a expresarlo, lo demás es externo, es una obra de teatro, es falso. La vida, creo yo, es una sucesión de tramas en secuencias concatenadas de relaciones de amor, conscientes y/o inconscientes, reales, que nos comunican y conducen de regreso a nuestro Ser.

Entonces, solo existe una necesidad de Amor y es la misma para todas y todos los seres vivos. El amor no se puede aprender, el Amor es Verdad que asoma de detrás de las trabas, los peros y las limitaciones.

Y lo resumo en que, para mí el amor es estar en conveniencia con el presente, con el momento que acontece, conectado con una misma y con el mundo, con el universo, en aceptación profunda de lo que Es, del sentir y con el sentir, es estar consciente de una voluntad vital y expresarla.

jueves, 26 de junio de 2014

la culpa

esqueleto del  fenicio Mattan,
yacimiento GADIR (cine comico), Cádiz
Estoy comprendiendo. Estoy dándome cuenta. Y confío en que la conciencia, cada vez más, me ira abriendo la mente a partir del conocimiento de mí. La llave de este conocimiento esta velada entre un manojo de pensamientos ciegos, agitado por un movimiento de vaivén inestable e inconstante.

Por ello, encontrar la llave depende de la estabilidad de nuestro pensamiento que llegará con la quietud del mecimiento. Del mismo modo, también el flujo de energías emocionales necesita de las compuertas que permitan verter cada emoción en su momento, ni antes ni después, sin reprimir ni contener y mucho menos retenerlas en el cántaro. Imprescindible que las tristezas, los miedos, las alegrías o la rabia nos atraviesen cual espada templaria. Que esboce entrada y salida para que nuestro corazón se vaciara. Del intervalo, sin tiempo ni espacio, con que estas energías fluyan a través nuestra dependerá la robustez y lozanía de nuestra salud.

Si observamos nuestro sentir por capas, podemos percibir que la Rabia se rótula a flor de piel. Con la claridad de la mañana podemos reconocer esta emoción sobre las demás. Junto a la alegría son túnicas difíciles de esconder por más que se cierna la penumbra de la noche. Siempre un enfado, un enojo, un odio o una satisfacción se nos reflejará en la cara, espejo del alma.

Bajo la rabia subyace, tras una cortina de humos, el Dolor. Fruto de la injusticia, la pérdida, la decepción de haber recibido una puñalada trapera, de ser un muñeco de trapo en manos de la bestia. Son estos sentimientos los que dan alas a la Rabia para aflorar. Se da con cotidianidad que ambas: rabia y dolor, se enmascaran mutuamente “ora tú, ora yo” en un baile en el que ambas se alternan para llevar a la otra.

No estoy marcando un itinerario sellado. Sin embargo, si somos capaces de sortear las dos capaz anteriores, accediendo bajo la herida, nos vamos a topar de bruces con la incapacidad, la desconfianza, el temor. El Miedo, emoción que emana con silencio altanero de la inseguridad, proyectándose en la segunda capa, el dolor, que justifica a su vez la primera, la defensa expresada con rabia.

“El miedo surge de un pensamiento de futuro, se apoya en el dolor del pasado y se siente en el presente”1.

Si continuamos accediendo a capas inferiores y profundizamos en la oquedad colorrada de la mina, hallamos el más recóndito de los sentimientos: la atómica Culpa, de soledad evanescente, es autoodio en busca de condena e inmolación. Una vez degustados los placeres de este sentimiento fructifican,  se acumulan, se conservan y perduran. Un sentimiento difícil de desvanecer. Es la culpa una palabra que solo nombrar te araña la lengua. Su grito callado nos aterra. Su sonoridad se multiplica por los vientres de las cavernas interiores emergiendo hacia capaz superiores desencadenando erupciones de miedo, del miedo al dolor y del dolor a la ira. Un recorrido de lava incandescente, de clamores que van y vienen o dan largos paseos.

Descansemos pues la espada en su vaina para desde la paz y con luz cenicienta, en este circuito de las emociones básicas, reconozcamos, al posar tranquilamente la mirada sobre las fuerzas brutas que liberan estas energías interiores, que la culpa es una percepción errónea de nosotras y es fuente de sufrimiento, que si tenemos la mala suerte de morirnos antes de tiempo, nuestra vida habrá transcurrido por un recalcitrante territorio comanche.

1.-Vivir el Perdón, Jorge Lomar

sábado, 7 de junio de 2014

el poder de las palabras

ecografía de la palabra
Dice aquel que “no nos afecta lo que nos sucede sino lo que decimos sobre lo que nos sucede” Epicteto, filósofo griego, esclavo en Roma.

Es cierto, como también es cierto que el vocabulario que utilizamos es determinante para que nos habite una energía en uno u otro sentido de la balanza emocional. El léxico que usamos para definir o expresar como nos sentimos o bien condiciona  o bien es delator de nuestro estado de ánimo y de nuestra salud.

Habría que decir también que las palabras que ponemos a nuestro día a día, son las que marcan el ritmo. Si no prestamos atención, si no ponemos conciencia a nuestro lenguaje hablado o manuscrito las palabras nos traicionaran. Una palabra mal dicha o fuera de lugar es una piedra arrojada, ya no tiene vuelta atrás. Más aun, cómo las pronunciamos: la cadencia, el tono, la sensibilidad, la calidad de las palabras marcan la frontera entre la salud y la afección, el orden y el caos. No es lo mismo “estoy sufriendo dolores, mi vida es un infierno” que “estoy viviendo el dolor y equilibrando mi vida con él para seguir adelante”. El cómo nos expresamos en el día a día redundará en la calidad de nuestra vida.

Admitamos que  la comunicación verbal supone el 7% del mensaje que emitimos, sin embargo el potencial energético que poseen las palabras las hace instrumentos que dependiendo del manejo de estas nos recompensaran o penaran.

Es fácil comprender qué a través de las palabras educamos, establecemos pensamiento, configuramos el carácter, aportamos seguridad y reforzamos la autoestima. Por ello, cuando utilizamos las palabras estamos creando una realidad, nuestra realidad.

Es de aquí que un adecuado uso del lenguaje en el dialogo con la otra y con nosotras mismas, o al describir las relaciones existentes entre yo y el entorno exige mesura y celo con las leyes que rigen la lengua. Ya que de las palabras emana una cascada de energía más allá de su significado y composición. Cada persona transmite fuera, a los demás, lo que lleva dentro y es reconocido, y por eso nuestras palabras pueden llevar a la sensación de sumergirse en agua helada o de tender manos y construir puentes que nos permiten cruzar hacía la otra y para que la otra penetre en nosotras.

No me cabe duda que la palabra consuela, alienta, inspira, erotiza, alivia, seduce, libera,… pero también enoja, aflige, amenaza, acorrala, aísla… Y desde esta certeza es que debemos pasar las palabras por el filtro del amor. Amor que es paciente y bondadoso, no es orgulloso ni envidia, no se irrita, todo lo cree y todo lo espera y así las palabras serán justas y verdaderas.

Acudamos a la usanza de la palabra escrita, más pausada y reflexionada que la dicha, que nos ayuda e instruye en el uso del verbo para una perfeccionada expresión en nuestro habla.

Como breve conclusión sea lo que fuere que pronunciemos si su fuente brota de la conciencia reposada y puesta la mirada en el amor, con sano criterio, puedo decir que, además de ser escuchadas o leídas y entendidas, estas palabras nos elevarán.