viernes, 8 de junio de 2012

Erase una vez...


...de la ChiquiCuentos, una librería gaditana, especializada en cuentos, que inexplicablemente cerró sus puertas, va a hacer hoy dos años, no puede decirse que fuera una librería corriente.

Era una librería, cuya distribución espacial descrita en sus pasillos, y la repartición de sus estanterías, permitían conducirte, de una sola guisa, a los valores y actitudes que nos hacen ser humanos.

Una librería, ChiquiCuentos, donde el contenido de sus estanterías cobraba vida para los clientes. Es decir, cuando la clientela tomaba en sus manos un cuento y lo abría para ojearlo, no podría imaginar que aquellos personajes cobrarían vida para él o ella. -De cómo el azar nos llevaba a coger el cuento apropiado relacionado con nuestra situación personal es aún un misterio-. Los protagonistas se personificaban y mostraban los valores que contenían. Así, si abríamos “la Bella y la Bestia” sus personajes nos escenificaban la bondad, no juzgar por apariencia y la entrega. O, si abríamos “El Gato con Botas” nos teatralizaban la confianza, la humildad, el ingenio, la mentira, la paciencia y la valentía. Al igual, sí tomábamos entre nuestras manos “El Soldadito de Plomo”, éstos nos representaban el amor, la fortaleza, la fuerza de voluntad y el tesón. Como también ocurría al abrir “Blancanieves y los Siete Enanitos” que nos ponían en escena el guión sobre la envidia y la humildad…

Hablando de “envidia y humildad”, podemos viajar atrás en el tiempo y situarnos hace dos años y una semana. Justo seis días antes del cierre enigmático de Chiquicuentos.

Laura, que así se llama la dependienta de la librería, levantaba la baraja y colocaba el cartel de abierto en el cristal de la entrada. Al instante entró Zara. Llevaba más de media hora aguardando frente a ChiquiCuento, sentada en la terraza de la Cafetería Croissant. Hacía ya un rato que apuró la taza de té. El té que toma siempre, té ecológico africano. Además, ya había abonado la consumición para que en cuanto abriese la librería, levantarse y entrar inmediatamente.

Pero antes, situémonos dando otro pequeño paso más atrás en el tiempo. Zara ya estuvo ayer tarde en ChiquiCuento. Su visita a la librería venia motivada por la compra de un libro que le recomendó su terapeuta, Chema. Al parecer, según Chema, ella vivía atada a aprendizajes de su niñez, los cuales no le permitían crecer emocionalmente ni alcanzar la libertad para tomar las riendas de su vida.

Ayer, nada más entrar en la librería, se dirigió al mostrador y dando las buenas tardes, preguntó sobre el libro recomendado: “El elefante encadenado”. Laura, es la dependienta a tiempo parcial. En realidad, la librería es de sus padres y ellos son quienes la gestionan y atienden, pero Laura, que estudia Filología Clásica en la UCA, es la que la atiende estos días de menos actividad universitaria. Así, puede sacarse unos euros para sus gastos mientras estudia. Laura le indicó a Zara, muy amablemente, el pasillo y la estantería donde se encontraban los libros de psicología y autoayuda. Apuntándole que en el estante 3º es donde encontraría toda la bibliografía completa de Coelho, autor, entre otros, de “El Elefante Encadenado”. Extrañamente, sin mucha convicción, se encaminó hacia el pasillo “C”, la estantería “C4”, no obstante, he aquí lo extraño, sus pies la conducían por otro pasillo como si anduviesen en ruta automática. Sin embargo, por alguna razón, Zara, se dejó llevar con un sentimiento de confianza. Un sentimiento que la inundaba y, entregándose a la inercia de sus pies, éstos la condujeron hasta la estantería que contenía los cuentos clásicos. Con una conciencia interior que su raciocinio no alcanzaba a comprender, extendió su mano derecha hasta asir el cuento de “Blanca Nieves y los Siete Enanitos”. Lo tomo, observó la portada y abrió el cuento al azar. En la página abierta, una ilustración. Una mujer sentada ante un espejo de tocador cuya imagen le resultaba conocida. Sorprendentemente, por un momento, se sintió transportada en el tiempo. Y, asustada giró la cabeza en ambas direcciones a un lado y otro del pasillo. Para su asombro lo que visualizó no era el pasillo de la librería ChiquiCuentos, era un bosque. El miedo se apoderó de ella y sin mediar palabra salió corriendo en busca de la salida. En su huida tropezó con alguien. Alguien muy bajito, tan bajito como un enano…

Volvemos al día de hoy: Laura ha colocado el cartel de abierto y casi sin darle tiempo a nada más oye la campañilla de la puerta. Para su sorpresa era la misma clienta de ayer tarde.
-Vaya susto le dio. Salir corriendo como alma que lleva el diablo.
-¿a qué habrá venido otra vez y con estas prisas?...
Zara, una vez dentro de la librería, saludó a Laura con un apresurado “¡buenos días!” Y, después de disculparse por su marcha apresurada de ayer tarde e interesarse por el otro cliente con el que tropezó, se dirigió hacia donde estaban los cuentos clásicos. No sin antes escuchar a Laura aceptar las disculpas y mostrarse extrañada porque ayer cuando se marchó Zara no había nadie más en la librería. Zara, no quiso seguir la conversación ni dar explicaciones que ni ella misma tenía. Se encamino hacía los cuentos y tomó el de “Blanca Nieves y los Siete Enanitos” buscó un rincón donde sentarse, lejos de la entrada, del mostrador y del ventanal por el cual desde la calle se curioseaba a la tienda y la tienda se mostraba a la calle. Quería estar tranquila y relajada sin perturbaciones. Intuía que al volver a abrir el cuento acaecerían episodios que requerirían de la máxima intimidad. Incluso, se aprovisiono de lápiz y papel, intuía la necesidad de éstos. En está ocasión abrió el cuento por la primera página y leyó:



BLANCANIEVES
Había una vez, en pleno invierno, una reina que se dedicaba a la costura sentada cerca de una ventana con marco de ébano negro. Los copos de nieve caían del cielo como plumones. Mirando nevar se pinchó un dedo con su aguja y tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Como el efecto que hacía el rojo sobre la blanca nieve era tan bello, la reina se dijo:
-¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de ébano!
Poco después tuvo una niñita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano.
Por todo eso fue llamada Blancanieves. Y al nacer la niña, la reina murió.


Desde el primer instante en que se abrió el cuento, todo el espacio que la envolvía se transformó en el escenario del cuento. Podía visualizar las escenas a la vez que las iba leyendo. Por ello, se sentía parte del cuento un personaje más o todos ellos…

Como si formara parte de un plan articulado previamente e inconsciente, Zara tomó el lápiz y comenzó a escribir: ¿Qué me dicen los colores Blanco, Rojo y Negro?
–el color blanco para mí significa: Inocencia, Ternura, Confianza, Inmaculado, Abierto, Posibilidades. En cambio, el negro, en contrapartida, me llega de él: la tristeza, lo sobrio, la noche, lo oculto. No obstante, también me evoca la nobleza y la solemnidad. Respecto del rojo, para mí es vida, amor y entrega. Por otra parte, me llega el dolor, el sufrimiento y la ira.
-Y, ¿qué soy yo? –yo soy inocente, confiada, abierta a cambios moldeable y flexible. Sin embargo una parte de mí es solitaria, cerrada a los demás y seria. Al igual que soy una persona muy activa y entregada. Me enamoro con facilidad y siempre estoy enamorada. Esto me lleva a ser, también sufriente.
-¿Y la reina? Quién es? -estaba, en el invierno, tejiendo, en un marco de ébano negro… y se pincha. Es la madre de Blancanieves. Es decir, de estirpe real, es creadora: teje y da a luz. Confiere su dignidad a su hija, porque además, muere en el parto. Reina en el frío y está rodeada de negro… Al menos son dificultades. Uhmmmm…
Continúa leyendo, viviendo…

Un año más tarde el rey tomó otra esposa. Era una mujer bella pero orgullosa y arrogante, y no podía soportar que nadie la superara en belleza. Tenía un espejo maravilloso y cuando se ponía frente a él, mirándose le preguntaba:
- ¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?


Entonces el espejo respondía:
- La Reina es la más hermosa de esta región.
Ella quedaba satisfecha pues sabía que su espejo siempre decía la verdad. Pero Blancanieves crecía y embellecía cada vez más; cuando alcanzó los siete años era tan bella como la clara luz del día y aún más linda que la reina. Ocurrió que un día cuando le preguntó al espejo:
- ¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región?
El espejo respondió:
La Reina es la hermosa de este lugar,
pero la linda Blancanieves lo es mucho más.


Vuelve a la escritura, a las preguntas y respuestas. Parece un juego, pero no lo es. Zara comienza a entender: el cuento es una oportunidad de conocerse y crecer.

-¿quiénes son el rey, la madrastra y el espejo? Y, quién es Blancanieves?
-El rey es una figura que está en el fondo; sólo dice de él que volvió a tomar esposa al año de morir la reina (después del luto prescriptivo), como si no supiera estar solo. A la madrastra la presenta el cuento como una mujer muy bella, pero orgullosa y arrogante, y no podía soportar que nadie la superara en belleza. Del espejo sabemos que pertenece a la madrastra (le dice que es la más bella) pero siempre dice la verdad (le provoca una frustración a su ama). Curiosamente, la madrastra nunca desató su furia contra él, porque sabía que no le estaba engañando.
-Esto es lo que son, pero ¿y en mí?
-Soy una persona que no puede estar sola que necesita ser amada. A la vez soy soberbia. Siempre con la necesidad de destacar. Doy mucha importancia a la apariencia. Me reconocen por embustera y artificiosa. He sido infiel (me reconozco yo), así como egoísta y que me ha gustado espiar? Claro que sí, quién no quiere saber más de lo que le corresponde?
-Quién me queda? Blancanieves: Nacida en palacio. Es bella, muy bella (la más bella según el espejito que no miente) e inocente.

Me llega que Blancanieves es mi YO verdadero, inocente y bello, que tiene que aprender muchas cosas y crecer… Al contrario que la madrastra que envidia al YO, quiere ser la más… y no duda en engañar…

Y así iba pasando el tiempo, entre la lectura, la interiorización y la reflexión. Estaba tan absorta en el trabajo de crecer que no se percató que Laura ya no estaba y que el cartel de la entrada rezaba “CERRADO”.

No le importo a Zara quedarse sola y continúo leyendo…

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Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia. A partir de ese momento, cuando veía a Blancanieves el corazón le daba un vuelco en el pecho, tal era el odio que sentía por la niña. Y su envidia y su orgullo crecían cada día más, como una mala hierba, de tal modo que no encontraba reposo, ni de día ni de noche. Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo:
- Lleva esa niña al bosque; no quiero que aparezca más ante mis ojos. La matarás y me traerás sus pulmones y su hígado como prueba.
El cazador obedeció y se la llevó, pero cuando quiso atravesar el corazón de Blancanieves, la niña se puso a llorar y exclamó:
- ¡Mi buen cazador, no me mates!; correré hacia el bosque espeso y no volveré nunca más.
Como era tan linda el cazador tuvo piedad y dijo:
-¡Corre, pues, mi pobre niña!
Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la devorarían. No obstante, no tener que matarla fue para él como si le quitaran un peso del corazón. Un cerdito venía saltando; el cazador lo mató, extrajo sus pulmones y su hígado y los llevó a la reina como prueba de que había cumplido su misión. El cocinero los cocinó con sal y la mala mujer los comió creyendo comer los pulmones y el hígado de Blancanieves.
Por su parte, la pobre niña se encontraba en medio de los grandes bosques, abandonada por todos y con tal miedo que todas las hojas de los árboles la asustaban. No tenía idea de cómo arreglárselas y entonces corrió y corrió sobre guijarros filosos y a través de las zarzas. Los animales salvajes se cruzaban con ella pero no le hacían ningún daño. Corrió hasta la caída de la tarde; entonces vio una casita a la que entró para descansar. En la cabañita todo era pequeño, pero tan lindo y limpio como se pueda imaginar. Había una mesita pequeña con un mantel blanco y sobre él siete platitos, cada uno con su pequeña cuchara, más siete cuchillos, siete tenedores y siete vasos, todos pequeños. A lo largo de la pared estaban dispuestas, una junto a la otra, siete camitas cubiertas con sábanas blancas como la nieve. Como tenía mucha hambre y mucha sed, Blancanieves comió trozos de legumbres y de pan de cada platito y bebió una gota de vino de cada vasito. Luego se sintió muy cansada y se quiso acostar en una de las camas. Pero ninguna era de su medida; una era demasiado larga, otra un poco corta, hasta que finalmente la séptima le vino bien. Se acostó, se encomendó a Dios y se durmió.
Cuando cayó la noche volvieron los dueños de casa; eran siete enanos que excavaban y extraían metal en las montañas. Encendieron sus siete farolitos y vieron que alguien había venido, pues las cosas no estaban en el orden en que las habían dejado.

El primero dijo:
- ¿Quién se sentó en mi sillita?
El segundo:
-¿Quién comió en mi platito?
El tercero:
-¿Quién comió de mi pan?
El cuarto:
-¿Quién comió de mis legumbres?
El quinto:
-¿Quién pinchó con mi tenedor?
El sexto:
-¿Quién cortó con mi cuchillo?
El séptimo:
-¿Quién bebió en mi vaso?
Luego el primero pasó su vista alrededor y vio una pequeña arruga en su cama y dijo:
-¿Quién anduvo en mi lecho?
Los otros acudieron y exclamaron:
-¡Alguien se ha acostado en el mío también!
Mirando en el suyo, el séptimo descubrió a Blancanieves, acostada y dormida. Llamó a los otros, que se precipitaron con exclamaciones de asombro. Entonces fueron a buscar sus siete farolitos para alumbrar a Blancanieves.
-¡Oh, mi Dios -exclamaron- qué bella es esta niña!
Y sintieron una alegría tan grande que no la despertaron y la dejaron proseguir su sueño. El séptimo enano se acostó una hora con cada uno de sus compañeros y así pasó la noche. Al amanecer, Blancanieves despertó y viendo a los siete enanos tuvo miedo. Pero ellos se mostraron amables y le preguntaron.
-¿Cómo te llamas?
-Me llamo Blancanieves -respondió ella.
-¿Como llegaste hasta nuestra casa?
Entonces ella les contó que su madrastra había querido matarla pero el cazador había tenido piedad de ella permitiéndole correr durante todo el día hasta encontrar la casita.
Los enanos le dijeron:
-Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, hacer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada.
- Sí -respondió Blancanieves- acepto de todo corazón. Y se quedó con ellos.


Blancanieves tuvo la casa en orden. Por las mañanas los enanos partían hacia las montañas, donde buscaban los minerales y el oro, y regresaban por la noche. Para ese entonces la comida estaba lista.
Durante todo el día la niña permanecía sola; los buenos enanos la previnieron:
-¡Cuídate de tu madrastra; pronto sabrá que estás aquí! ¡No dejes entrar a nadie!
La reina, una vez que comió los que creía que eran los pulmones y el hígado de Blancanieves, se creyó de nuevo la principal y la más bella de todas las mujeres. Se puso ante el espejo y dijo:
- ¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces el espejo respondió:
La Reina es la más hermosa de este lugar.
pero, pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más.
La reina quedó aterrorizada pues sabía que el espejo no mentía nunca. Se dio cuenta de que el cazador la había engañado y de que Blancanieves vivía. Reflexionó y buscó un nuevo modo de deshacerse de ella pues hasta que no fuera la más bella de la región la envidia no le daría tregua ni reposo. Cuando finalmente urdió un plan se pintó la cara, se vistió como una vieja buhonera y quedó totalmente irreconocible. Así disfrazada atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos, golpeó a la puerta y gritó:
- ¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!
Blancanieves miró por la ventana y dijo:
- Buen día, buena mujer. ¿Qué vende usted?
- Una excelente mercadería -respondió-; cintas de todos colores.
La vieja sacó una trenzada en seda multicolor, y Blancanieves pensó:
-Bien puedo dejar entrar a esta buena mujer.
Corrió el cerrojo para permitirle el paso y poder comprar esa linda cinta.
-¡Niña -dijo la vieja- qué mal te has puesto esa cinta! Acércate que te la arreglo como se debe.
Blancanieves, que no desconfiaba, se colocó delante de ella para que le arreglara el lazo. Pero rápidamente la vieja lo oprimió tan fuerte que Blancanieves perdió el aliento y cayó como muerta.
-Y bien -dijo la vieja-, dejaste de ser la más bella. Y se fue.
Poco después, a la noche, los siete enanos regresaron a la casa y se asustaron mucho al ver a Blancanieves en el suelo, inmóvil. La levantaron y descubrieron el lazo que la oprimía. Lo cortaron y Blancanieves comenzó a respirar y a reanimarse poco a poco. Cuando los enanos supieron lo que había pasado dijeron:
- La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. ¡Ten mucho cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estamos cerca!
Cuando la reina volvió a su casa se puso frente al espejo y preguntó:
- ¡Espejito, espejito, de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces, como la vez anterior, respondió:
La Reina es la más hermosa de este lugar,
pero pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más.

Cuando oyó estas palabras toda la sangre le afluyó al corazón. El terror la invadió, pues era claro que Blancanieves había recobrado la vida.
- Pero ahora -dijo ella- voy a inventar algo que te hará perecer.
Y con la ayuda de sortilegios, en los que era experta, fabricó un peine envenenado. Luego se disfrazó tomando el aspecto de otra vieja. Así vestida atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos. Golpeó a la puerta y gritó:
- ¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!
Blancanieves miró desde adentro y dijo:
- Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie.
- Al menos podrás mirar -dijo la vieja, sacando el peine envenenado y levantándolo en el aire.
Tanto le gustó a la niña que se dejó seducir y abrió la puerta. Cuando se pusieron de acuerdo sobre la compra la vieja le dijo:
- Ahora te voy a peinar como corresponde.
La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dejó hacer a la vieja pero apenas ésta le había puesto el peine en los cabellos el veneno hizo su efecto y la pequeña cayó sin conocimiento.
- ¡Oh, prodigio de belleza -dijo la mala mujer-, ahora sí que acabé contigo!
Por suerte la noche llegó pronto trayendo a los enanos con ella. Cuando vieron a Blancanieves en el suelo, como muerta, sospecharon enseguida de la madrastra. Examinaron a la niña y encontraron el peine envenenado. Apenas lo retiraron, Blancanieves volvió en sí y les contó lo que había sucedido. Entonces le advirtieron una vez más que debería cui-darse y no abrir la puerta a nadie.
En cuanto llegó a su casa la reina se colocó frente al espejo y dijo:
- ¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región?
Y el espejito, respondió nuevamente:
La Reina es la más hermosa de este lugar,
pero pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más.
La reina al oír hablar al espejo de ese modo, se estremeció y tembló de cólera.
- Es necesario que Blancanieves muera -exclamó-, aunque me cueste la vida a mí misma.
Se dirigió entonces a una habitación escondida y solitaria a la que nadie podía entrar y fabricó una manzana envenenada. Exteriormente parecía buena, blanca y roja y tan bien hecha que tentaba a quien la veía; pero apenas se comía un trocito sobrevenía la muerte. Cuando la manzana estuvo pronta, se pintó la cara, se disfrazó de campesina y atravesó las siete montañas hasta llegar a la casa de los siete enanos. Golpeó. Blancanieves sacó la cabeza por la ventana y dijo:
- No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo han prohibido.
- No es nada -dijo la campesina-, me voy a librar de mis manzanas. Toma, te voy a dar una.
- No -dijo Blancanieves- tampoco debo aceptar nada.
- ¿Temes que esté envenenada? -dijo la vieja-; mira, corto la manzana en dos partes; tú comerás la parte roja y yo la blanca.
La manzana estaba tan ingeniosamente hecha que solamente la parte roja contenía veneno. La bella manzana tentaba a Blancanieves y cuando vio a la campesina comer no pudo resistir más, estiró la mano y tomó la mitad envenenada. Apenas tuvo un trozo en la boca, cayó muerta.



Entonces la vieja la examinó con mirada horrible, rió muy fuerte y dijo:
- Blanca como la nieve, roja como la sangre, negra como el ébano. ¡Esta vez los enanos no podrán reanimarte!
Vuelta a su casa interrogó al espejo:
¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región?
Y el espejo finalmente respondió:
La Reina es la más hermosa de esta región.
Entonces su corazón envidioso encontró reposo, si es que los corazones envidiosos pueden encontrar alguna vez reposo.
A la noche, al volver a la casa, los enanitos encontraron a Blancanieves tendida en el suelo sin que un solo aliento escapara de su boca: estaba muerta. La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus lazos, le peinaron los cabellos, la lavaron con agua y con vino pero todo esto no sirvió de nada: la querida niña estaba muerta y siguió estándolo.
La pusieron en una parihuela, se sentaron junto a ella y durante tres días lloraron. Luego quisieron enterrarla pero ella estaba tan fresca como una persona viva y mantenía aún sus mejillas sonrosadas. Los enanos se dijeron:
-No podemos ponerla bajo la negra tierra.

E hicieron un ataúd de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ángulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombre en letras de oro proclamando que era hija de un rey. Luego expusieron el ataúd en la montaña. Uno de ellos permanecería siempre a su lado para cuidarla. Los animales también vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y más tarde una palomita.


Blancanieves permaneció mucho tiempo en el ataúd sin descomponerse; al contrario, parecía dormir, ya que siempre estaba blanca como la nieve, roja como la sangre y sus cabellos eran negros como el ébano. Ocurrió una vez que el hijo de un rey llegó, por azar, al bosque y fue a casa de los enanos a pasar la noche. En la montaña vio el ataúd con la hermosa Blancanieves en su interior y leyó lo que estaba escrito en letras de oro. Entonces dijo a los enanos:
- Denme ese ataúd; les daré lo que quieran a cambio.
- No lo daríamos por todo el oro del mundo -respondieron los enanos.
- En ese caso -replicó el príncipe- regálenmelo pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves. La honraré, la estimaré como a lo que más quiero en el mundo.
Al oírlo hablar de este modo los enanos tuvieron piedad de él y le dieron el ataúd. El príncipe lo hizo llevar sobre las espaldas de sus servidores, pero sucedió que éstos tropezaron contra un arbusto y como consecuencia del sacudón el trozo de manzana envenenada que Blancanieves aún conservaba en su garganta fue despedido hacia afuera. Poco después abrió los ojos, levantó la tapa del ataúd y se irguió, resucitada.
-¡Oh, Dios!, ¿dónde estoy? -exclamó.
-Estás a mi lado -le dijo el príncipe lleno de alegría.
Le contó lo que había pasado y le dijo:
-Te amo como a nadie en el mundo; ven conmigo al castillo de mi padre; serás mi mujer.
Entonces Blancanieves comenzó a sentir cariño por él y se preparó la boda con gran pompa y magnificencia. También fue invitada a la fiesta la madrastra criminal de Blancanieves. Después de vestirse con sus hermosos trajes fue ante el espejo y preguntó:
- ¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región?
El espejo respondió:
La Reina es la más hermosa de este lugar,
pero la joven Reina lo es mucho más.
Entonces la mala mujer lanzó un juramento y tuvo tanto, tanto miedo, que no supo qué hacer. Al principio no quería ir de ningún modo a la boda. Pero no encontró reposo hasta no ver a la joven reina.
Al entrar reconoció a Blancanieves y la angustia y el espanto que le produjo el descubrimiento la dejaron clavada al piso sin poder moverse.
Pero ya habían puesto zapatos de hierro sobre carbones encendidos y luego los colocaron delante de ella con tenazas. Se obligó a la bruja a entrar en esos zapatos incandescentes y a bailar hasta que le llegara la muerte.


Pero antes de seguir adelante… Cerró los ojos y repaso mentalmente las escenas del cuento. Conectándose con los sentimientos que le habían dejado… Busco una cartulina y colores y PINTO UNA ESCENA del cuento; la primera que se le ocurrió y sin preguntarse nada. Le bastaba con pintar algo del cuento. No se trataba de un ejercicio artístico, sino una dinámica personal. No importa si lo hacía más o menos bonito. Es su dibujo y eso bastaba… Le ocupo todo el tiempo que necesitó, sin prisas, sabía que tenía que hacerlo de una sola vez, sin interrupciones. Reconocía que el dibujo era una proyección de su vida; que había elegido esa escena porque es la que le concernía y que la había diseñado así porque es como la vivía e interpretaba… Entonces: ¿QUÉ TIENE QUE VER ESTE DIBUJO CON SU VIDA?

Miro su dibujo y se dispuso a responder las siguientes cuestiones:
• ¿Qué escena he elegido?
• ¿Qué personajes aparecen? (¿Se me ha olvidado alguno de la escena?)
• ¿Qué otras cosas he pintado?
• ¿Cómo es el dibujo? ¿Grande o pequeño? ¿Centrado o al margen? ¿Con colores vivos o apagados?
• ¿Cómo me siento al contemplarlo?

Desde entonces, Zara no ha dejado de trabajarse, de encontrarse y de reconocerse. Y, la ChiquiCuentos, una librería gaditana, especializada en cuentos, inexplicablemente sigue con sus puertas cerradas, va a hacer hoy dos años y seis días.

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En la moraleja: Un cuento personalizado es una herramienta increíblemente eficaz para "analizar" los comportamientos, nuestro yo. En ese momento tan emotivo (por las páginas del cuento entre los pasillos de la librería, alegoría de viajar por nuestro interior), estamos tan accesibles y dispuestos que un cuento que visualice nuestra vida y ejemplifique claramente la actitud a seguir será mucho más eficaz que varias horas de sermones, terapias y buenas palabras.

Las polaridades
Decía Fritz Perls que las personas somos “mitad Dios, mitad diablo”. Dentro de nosotros existen los dos polos, o polaridades. Es cierto que en la vida no siempre es oportuno seguir una pauta fija y hay que saber manejarse en el registro contrario. Por eso es sano respetar las polaridades.

Podríamos perdernos entre los acontecimientos de la historia de este cuento, pero no dudemos que en su centro hay una polaridad muy clara: Blancanieves vs. La madrastra. Es el pleito entre nuestra imagen y nuestra esencia, entre nuestro EGO y nuestro YO.

A partir de este momento podemos trabajar en esta dimensión de nuestro mundo interior. Todos los personajes de la historia están dentro de una misma y ahí es donde se desarrolla su historia.

Si te decides por este cuento, te ayudará conocer a los personajes de Blancanieves:


En el cuento aparecen principalmente:



Blancanieves: Nacida en palacio, perderá su dignidad por el ataque de la madrastra. Al final, cuando sea encontrada con el príncipe, recuperará su posición. Es bella, muy bella (la más bella según el espejito que no miente) e inocente. Es una niña que suplica al cazador, que tiene miedo en el bosque, en la casa de los enanos… Es una niña que cae en los engaños de la madrastra disfrazada hasta por tres veces. Pero también es la niña que asumirá sin resistencias el trabajo diario de la casa.


La madrastra: Una mujer muy bella, pero orgullosa y arrogante, y no podía soportar que nadie la superara en belleza; así la presenta el cuento. Cuando se entera que Blancanieves la supera en belleza, siente miedo, envidia y odio. Llega a ser cruel y sangrienta (se come las vísceras de la niña). Es astuta y diestra en el arte de engañar. Sabe de venenos.

Los enanos: Eran siete y excavaban y extraían metal de las montañas. Son mineros del mundo interior, y sacan de él lo valioso. Son bajitos y mantienen el orden en la casa. Son solidarios unos con otros y sienten compasión por la niña. La incorporan a las tareas de la casa. Saben de las astucias de la madrastra e intentan prevenir a Blancanieves del peligro que corre. De hecho, intentan protegerla y la salvan de la muerte mientras pueden. Con una atención primorosa, la colocaron en un ataúd de vidrio y la velaron de por vida. La amaban, pero sin apego, porque sintieron piedad por el amor del príncipe y dejaron que se la llevara.

El príncipe: Llega al final del cuento, al azar y pasó una noche en casa de los enanos. Se enamoró de Blancanieves e insistió hasta poder llevársela consigo. Cuando ella despertó, se casó y la devolvió su dignidad real.

Pero también están:


La reina: estaba, en el invierno, tejiendo, en un marco de ébano negro… y se pincha. Es la madre de Blancanieves. Es decir, de estirpe real, es creadora: teje y da a luz. Confiere su dignidad a su hija, porque, además, muere en el parto. Reina en el frío y está rodeada de negro… Al menos son dificultades.


El rey: Es una figura que está en el fondo; sólo dice de él que tomó esposa al año de morir la reina (después del luto prescriptivo), como si no supiera estar solo.

El espejo: Pertenece a la madrastra (le dice que es la más bella) pero siempre dice la verdad (le provoca una frustración a su ama). Curiosamente, la madrastra nunca desató su furia contra él, porque sabía que no le estaba engañando.

El cazador: Obediente y sumiso ante la madrastra, siente compasión ante la pobre niña y decide darle una oportunidad. Sin saberlo la dirige al bosque, pensando que moriría, y la pone en el camino de su salvación.

El bosque: es el espacio simbólico de los peligros y las sombras. Está lleno de animales peligrosos y es difícil sobrevivir en él. Pero en los cuentos, los bosques se convierten en el espacio del crecimiento.

La casa de los enanos: Es el seguro dentro del bosque. Pequeñita y ordenada. Blancanieves aprenderá lo que es la vida manteniéndola siempre limpia y ordenada.

Los animales del bosque: un mochuelo, un cuervo y una paloma. De ellos se dicen que velan junto a los enanos el cuerpo de Blancanieves. Pero, ¿qué son en la naturaleza? Un mochuelo de ojos grandes para verlo todo; un cuervo negro que aparece en muchos cuentos como ayuda; una paloma de la paz, mensajera y bella.




1 comentario:

  1. Hola JUAN CARLOS, jamás me habían explicado tan bien el cuento de blancanieves,es un placer leerte.
    Un saludo. FANTASIA

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