sábado, 22 de octubre de 2016

Una humanidad des-humanizada

Museo Ciencias Naturales
Barcelona
No es la raza humana un modesto ni honesto reino de humanidad, muy por el contrario, es más bien un infinito despropósito de des-humanidad. Así, dicho en dos palabras: “des-humanidad”.

Desde que el hombre habita la tierra, allá por la noche de los tiempos, ha ido in crescendo sin rienda ni contención alguna hasta los límites en los que nos encontramos hoy día de falta de humanidad.

Ya se dijo antes: “el hombre es lobo para el hombre” y se quedaron cortos. Es lobo para el hombre y para todo lo que se contiene en los límites del universo.

Estamos arrasando con todo y pese a tener claro que Tierra, nuestra casa, solo tenemos una, aun así, seguimos extenuándola y extinguiendo a todo ser viviente, incluyéndonos a nosotras mismas.

De vez en cuando, nos conmueven imágenes de destrucción por parte de la mano del hombre o imágenes de millones de personas (infancia, adultas y mayores) muriendo unas por hambre, otras por guerras, otras en las aguas de mares que son fronteras entre la desesperanza y la esperanza como nos mostró Jordi Ebole en el pasado “Salvados, Astral” y podemos ver cada día si buscamos la noticia. Líneas que separan la vida y la muerte trazadas con tinta de impiedad y atrocidad. Trazos que separan a unas de otras solo porque el destino quiso que tú, yo, nosotras naciéramos a este lado del mundo. Y, sin embargo, pasados unos días, cuando ya el Papa y otras jerarquías civiles, militares o políticas olviden, también lo que está ocurriendo y, que no es solo de ahora, que ha pasado siempre, volveremos a nuestra queja individual o colectiva de que caro está el recibo de la luz, el partido de Champions o sobre esta o aquella descabezada estatua de un dictador caído y muerto.

Y si nada (nosotras) lo impide, estamos avocadas a desaparecer de la faz de la tierra. No obstante, la huella fósil que dejaremos para la posteridad será imborrable durante miles de años. Ironía de la historia. Nuestro rastro perdurará a través de los tiempos para, quizás, dejar escrito que el hombre sin ayuda de nadie llegó a la perpetua e irrevocable destrucción de sí mismo montado en un Ferrari rojo, unas, otras arrastrándose por el fango.


Para acabar este post quiero citar a André Malroux: “En un universo bastante absurdo, hay algo que no lo es: lo que podemos hacer por los demás”.

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