jueves, 16 de julio de 2015

inéditos que ya no lo son

Parque Genoves
Apuntalado

Ya no podíamos contar con él, privado de todo sentido con un clavel en la boca y una pluma mojada en tinta sobre la oreja, su aspecto era estrambótico. Aunque a este bufón del palio le quedaba aún mucho por decir, eso sí, más patético que cómico.
Gritaba: “han venido por mí, es hora de marchar”. Agarrándose con uñas pintadas a la corteza del poste central; negaba: “morir, para qué”. Cuestión que desvelaba sus verdaderos sentimientos de vivir, para qué.


A pesar de lo sobrecogedor e infausto de la escena el público aplaudía entre ensanchadas carcajadas. Y es que esta profesión necesita de dosis suficientes de profundas tristezas e intensas desesperaciones para equilibrar su payasa naturaleza humorística.


creación literaria 2014/2015
fotografía de José Luís Varela Montero
Con el puño en alto

Yo no pienso que sea la compi de clase quien ha despertado en nosotras la matadora o al narcisista, no creo que este en su mano gato chino. Me explico, la persona que se dedica a regir las leyes del compás y la política de ritmos y cadencia de entonación, no crea escuela es una más de las educandas. Ni tampoco, creo que sea políticamente correcto subirse al carro de regalar al monitor del gym o a la profe literata. Digo esto atendiendo a mis urbanidades, claro, de una mundológica universidad que me ha mostrado la vida, yo creo que es para los egos individuales.

Yo pondero que es la personalidad del conjunto de la clase (sinónimo de masa) la que descuida sus autonomías poniendo en la mano que mece la cuna de una matrona del buen lector, la representación y servidumbre de su libertad. De este abandono es de donde deriva  su meretricio como ciudadanía y la flaqueza que le lleva a situarse en la polaridad: víctima o verdugo.

Sin una razón por la que no vamos al gym y no quemar nada en San Juan para recibir un regalo, después de rememorar años de guerra e historias de matrona y convenios de padres separados, todo se acordaba entorno a una mesa pájaro pinto. Estaban de acuerdo con el gato chino y ya solo bastaba una de las grandes leyes del grupo: no zaherir a nadie con aquella cavatina que expresaba sus propios subiendo y bajando la mano. Todo era cuestión de autonomías de afectos comunicados con el tacto.


Desdoblarse

La paranoia de un amante de la piriñaca, especialmente la  que se sirve en el restaurante al aire libre de la Plaza del Tío la Tiza (conocida por los vecinos viñeros como Plaza Pinto) no tiene nada que ver con lo que a continuación les voy a relatar que le paso, dice él, a un amigo de una amiga que cuando ella vivía en Jaén y conoció al que ahora es su marido pero en trámites de separarse tuvo la suerte de cruzarse con él en un semáforo y terminaron enrollados tras la puerta de un garaje y es ahí donde se inicia la peripecia de este (todas sabían que era él) paranoico semental seductor y seducido por la caballa con piriñaca.

A vueltas de su viaje fin de carrera, Andrés, un hombre bien parecido con un marcado ego social decidió dar un giro a su vida y comenzó por él mismo. Para ello se desdoblo para poder observarse y pudo reconocerse que de manera inconsciente utilizaba diferentes mascaras según acontecía. Incluso llego a enfermar del oído por no escuchar sus voces interiores que le hablaban de que fuera más auténtico y el pensando que era esto o lo otro acabo sintiéndose como la piriñaca que tanto le gustaba. Se sintió tomate cuando se avergonzaba, cebolla en la tristeza, pimiento cuando se enojaba y picaba como los del Padrón. Y, en lo esencial se dio cuenta que en realidad todos estos personajes suyos, sus múltiples egos, no eran otra cosa que aquello que acompañaba a la caballa que es su vida vuelta y vuelta.

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