Déjame que te cuente que la vida
no es negociable. Que en ella hay sombras por todas partes y muchas de ellas
generadas por nosotras mismas. Que un día me gusta aislarme en mis adentros y
al otro sueño con lanzarme a la vorágine del afuera. Que la duda no me permite
casarme con ninguna, pero vivo apasionados amoríos con las dos.
Déjame que te cuente que el
monarca de las sombras es un viaje entre mi tiempo y mi espacio, limitado por
el plomo de la vidriera que yo misma me asigno. Y entre las vías, una refugiada
que quiere recuperar su libertad de asentarse. Una niña que continúa haciéndose
preguntas que empiezan con un “¿para qué?”.
Déjame que te cuente como de las
ensoñaciones de un caballero de armadura oxidada me sugirieron de volar alto,
de volar bajo, de liberarme, de soltar lastre, de trascender a mi cuerpo expresión
y prisión de un anhelo salvaje. Son mi
faz con su yelmo y mis manos, alas enguantadas, barrotes que me aprisionan,
pintados de negro sobre marfil oxidado.
Déjame que te cuente que desde
aquí dentro oigo mis males y siento mi dolor y se me hiela el alma. Me busqué
caminando por si me encontraba. No fue así y me sentí muerta como nunca lo
había experimentado y regresé sobre mis pasos. Cansada, desconsolada y doliente,
me quité la falsa corona del monarca y me rendí.
Déjame que te cuente que veo con
la mirada del águila que contempla desde la altura, puesta sobre el fuego, la
gran caldera de mi alma. Bajo un fuego que alimento de mis personajes revestidos
para el transitar de mi ego. Yo veo lo que mi mente traduce y me eriza el bello
sobre mi sexo, navegante gobernante de andares inseguros, mientras avatares
azules y maestros del agua me guían por el desierto para una cruzada contra
tres gigantes: miedo, vacío e injusticia.
Déjame que te cuente sobre los miedos
atávicos, inherentes de no saber estar conmigo misma. Sobre el vacío con un
punto de lirismo y por momentos oscuro que armoniza con mis personajes con los que comparto su inconformismo. Y sobre
la injusticia, al sol de las contradicciones, metáfora del péndulo entre el
bien, el estar y el mal.
Déjame que te cuente que la
felicidad consiste en estar en movimiento, en cometer errores, en bucear la vida, en habitar el presente como único punto donde hay luz para ver, con humildad, la verdadera realidad. Y que
se da en el aliento, donde se cocinan las emociones. Déjame que te cuente que el
truco se descubre al despejar lo que estas dispuesta a aceptar para poseer lo
que nunca imaginaste. Y que lo más gratificante viene de la dulce mano de las
relaciones con los seres vivos. Relaciones
que nos cuentan historias de nosotras, que nos recitan las verdades y ficciones reales
como la vida misma. Que nos hacen reír y llorar, nos instruyen y aleccionan,
nos inquietan, nos entretienen, pero que nunca nos dejan neutrales.
Déjame que te cuente que mi
segunda vida comenzó cuando me di cuenta que solo tenía una.
Recibe una hemorragia de sentimientos y emoción sinceras... Sentimientos nobles, emoción agradable que llena… Me has dejado sin palabras… Ojalá, tu miedo y tu vacío podamos, entre todos, hacer que desaparezca o, en el peor de los casos, reducirlos a la mínima potencia. Seguramente, son innatos al ser humano… Yo los experimento muchas veces, desde pequeña, pero lucho y no dejo que me venzan… Poco a poco, voy ganando la batalla, y en ello me ayudan “ciertas personas” que me rodean y me hacen sentir menos sola, más llena… Algunas no son de este mundo porque sus almas son etéreas… ¡Enhorabuena por tu blog! Nos vemos dentro de un rato, “compi”. ¡Hemorragia de besos!
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