Inmediatamente pedí que cerraran
la tapa del ataúd y comencé a leer un libro que, en palabras de sus autores, es
más que un vademécum de oraciones. Es también, poema y revelación, apotegmas y paladar
de sabiduría. Estación primera para mí del andar errático por el camino incierto
del duelo, en busca de un sendero a la esperanza y salir de este invierno cetrino
cargado de sufrimiento gélido. Este quebranto,
que dicen, es consecuencia del amor,
para mí es antinatural y despiadado, que me provoca un picor en el alma, que nombran
las mismas, como las pulgas del propio. Y, compréndanme, he quedado como el
Enebro de las dunas con las raíces expuestas al viento, porque no es que la
muerte me arrebato una hija sino que yo siga viva lo que me lapida la existencia.
Absurdo
Sin saber por qué le di un puñetazo y él se giró sin
respuesta. Y sin saber por qué me quede perturbado, sin comprender como una
persona puede darte con la cara en los nudillos y marcharse sin dar
explicaciones. ¡Ya no se respeta ni a los violentos!
Atropello
Sin saber por qué le di un puñetazo y le volví a vendar los
ojos.
– Esta para eso ¿no? la justicia digo, para trans-agredirla
¿verdad?
No doy crédito
El mensaje era claro, conciso,
breve y letal: no incitas, decía por cuarta vez la pantalla. Y ni tan siquiera
podía ya contestarle. No entendía nada, aquello se me antojaba una burla
grotesca del destino. Una confabulación desde las oquedades de aquella fachada
para acabar con el escaso hilo de vida que me restaba. Era el fin. Ayer acababa
el plazo de pago del recibo de la luz y había olvidado el pin.
Daños colaterales
Aquel irrevocable y capital pitillo
requería de metódica ceremonia. Para prenderlo me serví del mechero recuerdo
intemporal del abuelo. -Reza en el archivo Coca-Cola “que los recuerdos no
superen a los sueños”- y yo deliro con volver a ver al abuelo dar un chasquido
certero a la ruedecilla, brillar la piedra y arder la mecha… Di una primera
calada que me abrasó los bofes ya consumidos por tantos chicotes dilapidados y al
instante me develo el rostro con la blancura del alcanfor y una remembranza de
los placeres del génesis de mi lacra me rescató… Todo el espacio levantaba
conos de silencios taciturnos y conjeturados que me helaban la sangre, me
procuré determinación y conveniencia para en una matemática cuántica colocar bártulos
y moblaje, atrezos de un escenario con armonía cósmica donde Sol y Lucero,
silla y soga, proyectan una sombra, confidente detrás del palío, preludio de mi
eternidad.
Indignación
Usted es el primero que la abre y yo le agradecería que la volviese a
cerrar, caballero.
Acaso no ha leído el cartel: ¡por favor, no molestar!
No entiendo cómo y con qué ligereza se permite invadir mi descanso.
Aunque ya que está aquí ¿podría apartarme el polvo de la cavidad nasal?
Muy buenos días Juan Carlos, se define en tu caso la vertiente literaria como un afluente de agua particular, que de forma natural viaja hasta La Mar colectiva del género Humano.
ResponderEliminarY tengo que decirte que tu cauce sabe incorporar las energías del transito para juntarlas en palabras que cada vez más transmiten el sortilegio de la comunicación, del verbo.
Un fuerte y sincero abrazo y que tu Ser cada día se asome con más luz al delta de la vida.
NAMASTE
ARMANDO