![]() |
esqueleto del fenicio Mattan, yacimiento GADIR (cine comico), Cádiz |
Estoy comprendiendo. Estoy
dándome cuenta. Y confío en que la conciencia, cada vez más, me ira abriendo
la mente a partir del conocimiento de mí. La llave de este conocimiento esta
velada entre un manojo de pensamientos ciegos, agitado por un movimiento de
vaivén inestable e inconstante.
Por ello, encontrar la llave
depende de la estabilidad de nuestro pensamiento que llegará con la quietud del
mecimiento. Del mismo modo, también el flujo de energías emocionales necesita
de las compuertas que permitan verter cada emoción en su momento, ni antes ni
después, sin reprimir ni contener y mucho menos retenerlas en el cántaro.
Imprescindible que las tristezas, los miedos, las alegrías o la rabia nos
atraviesen cual espada templaria. Que esboce entrada y salida para que nuestro
corazón se vaciara. Del intervalo, sin tiempo ni espacio, con que estas
energías fluyan a través nuestra dependerá la robustez y lozanía de nuestra
salud.
Si observamos nuestro sentir por
capas, podemos percibir que la Rabia se rótula a flor de piel. Con la claridad
de la mañana podemos reconocer esta emoción sobre las demás. Junto a la alegría
son túnicas difíciles de esconder por más que se cierna la penumbra de la
noche. Siempre un enfado, un enojo, un odio o una satisfacción se nos reflejará
en la cara, espejo del alma.
Bajo la rabia subyace, tras una
cortina de humos, el Dolor. Fruto de la injusticia, la pérdida, la decepción de
haber recibido una puñalada trapera, de ser un muñeco de trapo en manos de la
bestia. Son estos sentimientos los que dan alas a la Rabia para aflorar. Se da
con cotidianidad que ambas: rabia y dolor, se enmascaran mutuamente “ora tú,
ora yo” en un baile en el que ambas se alternan para llevar a la otra.
No estoy marcando un itinerario sellado. Sin embargo, si somos capaces de sortear las dos capaz anteriores, accediendo bajo la
herida, nos vamos a topar de bruces con la incapacidad, la desconfianza, el
temor. El Miedo, emoción que emana con silencio altanero de la inseguridad, proyectándose
en la segunda capa, el dolor, que justifica a su vez la primera, la defensa
expresada con rabia.
“El miedo surge de un pensamiento
de futuro, se apoya en el dolor del pasado y se siente en el presente”1.
Si continuamos accediendo a capas inferiores y profundizamos en la oquedad colorrada de la mina, hallamos el más
recóndito de los sentimientos: la atómica Culpa, de soledad evanescente, es
autoodio en busca de condena e inmolación. Una vez degustados los placeres de
este sentimiento fructifican, se
acumulan, se conservan y perduran. Un sentimiento difícil de desvanecer. Es la
culpa una palabra que solo nombrar te araña la lengua. Su grito callado nos
aterra. Su sonoridad se multiplica por los vientres de las cavernas interiores
emergiendo hacia capaz superiores desencadenando erupciones de miedo, del miedo
al dolor y del dolor a la ira. Un recorrido de lava incandescente, de clamores que
van y vienen o dan largos paseos.
Descansemos
pues la espada en su vaina para desde la paz y con luz cenicienta, en este
circuito de las emociones básicas, reconozcamos, al posar tranquilamente la
mirada sobre las fuerzas brutas que liberan estas energías interiores, que la
culpa es una percepción errónea de nosotras y es fuente de sufrimiento, que si
tenemos la mala suerte de morirnos antes de tiempo, nuestra vida habrá transcurrido
por un recalcitrante territorio comanche.
1.-Vivir el Perdón, Jorge Lomar