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Las Médulas, León |
“La vida es frágil
pero el amor es para siempre”. Me decía ella con el corazón en sus pupilas. Esos
últimos días, sobre mis brazos recamados, su cuerpo quiescente iba adquiriendo
la crujiente naturaleza pálida con que se viste el cambio de estación. El alba
había adelantado su hora y el ciclo de la vida irrumpía en mí como una
incrustación de cólera. Yo quería retener el inabarcable sabor de sus labios y
la delicada textura de su piel. No olvidar sus andares felinos ni su sonrisa esbozo
carmín sobre su rostro papel de seda. Pero mis adentros se cimbreaban con una
amalgama de perlas negras a través de mi melocotón herido. Y fue entonces que
tuve la peregrina idea de grabar su voz para cuando emergiese la desolación en
tardes de otoño. Acariciar mis oídos con la grabación de los miles de registros
que ella era capaz de expresar ha salvado mi vida para desdicha mía. Para un
naufrago en el gélido oscuro mar de la viudedad, el amor es para siempre pero
la vida es frágil.