“Lo que puede amarse en el hombre”,
nos dice Zaratustra, “es que él es una apertura”
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Haz de luz del Faro de Cádiz |
Para cerrar el año yo quiero divagar sobre esta afirmación. En primer
lugar, reafirmar que la voluntad de las personas por trascender, consciente o
inconscientemente, es el camino de la vida que hemos venido a recorrer. Sin
embargo, constantemente el ser humano se limita mostrándose como nihilista y hacedor
de vida, esto, a mi parecer, constriñe
la voluntad y el compromiso de lo que realmente somos y menos cava la Vida.
Dejar de degradar la vida humana
significa confrontarla con un referente superior y es la voluntad de este
confronto lo que hemos de poner en acción para dar sentido a la vida. Es esta
voluntad de trascender, creo yo, la virtud de la que nos hablaba Zaratustra y
que es inherente a la persona. Somos nosotras mismas esa puerta y a la vez vehículo
del que se vale la VIDA para superarse. Donde digo VIDA digo SER, el Yo esencial
que quiere superarse, como nos dice Echebarria: “no es la vida humana la que hay que trascender sino el ser que somos en la vida el que
se abre a la trascendencia”.
Digo yo, que somos Ser, somos Vida
expresándose para superarse en el Amor. El Amor que es Todo necesita, entre
otras formas, la vida humana para expresarse, experimentarse y superarse. El Amor
en constante expansión.
Por eso, la persona que hace de
su vida una constante de superación permanente enfocando su participación en
procesos de amar en todas las urbanidades es el “superhombre” del que nos habla
Nietzsche, “la cuerda tendida entre el animal y el superhombre”.
Estoy convencido de que somos una
pieza en el puzle inacabado (para lo eterno) que se arma con las experiencias
de cada una y en la suma de todas las personas. Una imagen velada para nuestros ojos y
mentes humanas, pero en la que participamos, y ahí radica nuestro poder, del
destino para moldear, en el arte de lo posible, la expansión del amor.
Hay, hoy en día y desde la noche de los tiempos, muchas “razones
e inteligencias” mortales y efímeras que nos alejan de nuestra sustancial esencia con
el fin de provocar sufrimiento al ser humano. Entender y Aceptar esto que somos
y pretendo mostrar descansa en la comprensión de nuestra inocencia. No somos
una u otra cara ni del bien ni del mal, ni luz o sombra, amor ni odio,
hombre/mujer.
Soy consciente de que desprendernos
de nosotras mismas para trascender se nos emula salto al vacío y que volver a nacer en cada presente es como
sumergirse en la nada y que ello requiere asegurar condiciones emocionales
equilibradas y necesarias que reconozcan que en la dinámica de autotrascender
caben tanto la ganancia como la pérdida, la construcción y la destrucción y que todo
ello decía son dos caras de la misma moneda.
Pues con esta conciencia, en vísperas
de un nuevo año, invito a un constructo necesario de nuestro compromiso de ser
Apertura para que el Amor trascienda permanentemente.
“Pues quería enterarse de lo que entretanto había
ocurrido con el hombre: si se había vuelto más grande o más pequeño. Y en una
ocasión vio una fila de casas nuevas; entonces se maravilló y dijo: ¿Qué significan esas
casas? ¡En verdad, ningún alma grande las ha colocado ahí como símbolo de sí
misma!(…)Y Zaratustra se detuvo y reflexionó. Finalmente dijo turbado: «¡Todo se ha
vuelto más pequeño! Por todas partes veo puertas más bajas: quien es de mi
especie puede pasar todavía por ellas sin duda -
¡pero tiene que agacharse! Oh, cuándo regresaré a mi patria, donde ya no tengo
que agacharme- ¡dónde ya no tengo que agacharme ante los pequeños!”
Así habló Zaratustra.
(F. Nietzsche)