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Castillo Santa Catalina, playa de La Caleta, Cádiz 22/05/2014, 08:10 |
Amanece el día llorando desde el
oeste y riendo por el este y en su encuentro se cogen de la mano para mostrar la
paleta de colores originales que, además hoy me define la emoción del día.
Hoy al prestar mi mirada al
frente, mirando hacía poniente, una curvatura huelga sobre la bóveda del cielo.
Surgiendo desde el castillo como haz de luz de un cañón láser
que se proyecta sobre el cielo mohíno, preludio de un duelo que acaba en fortuna.
Hoy sí, una vez más, la
naturaleza se muestra bella, esplendorosa y pletórica gratificando a aquel que
la aprecia y, también a aquellos que aunque apremiados y azuzados por el día a
día que comienza le entregan un atisbo de mirada y un pensamiento. Porque no
pasa desapercibido para nadie la
grandeza y el misterio del arcoiris.
Este asombroso y sobrecogedor fenómeno
visual de la naturaleza explicado científicamente, desde Newton hasta nuestros
tiempos, como la descomposición de la luz blanca, no deja indiferente al ser
humano que desde la noche de los tiempos le procuro atención siendo éste campo abonado para la
fantasía y la mística, para el estudio y la contemplación, o como musa para desiguales
disciplinas artísticas. Siempre definido como obra de arte de la naturaleza ha
sido boceto plasmado en la fotografía, sobre lienzo o en papel.
Sin embargo, ninguna de las
fotocopias de las que ha podido el hombre hacerle ha sido capaz de materializar
la fuerza y la energía transformadora que transmite su visión en vivo. Lo que se experiencia
en su contemplación pausada y entregada tanto a nivel mental, corporal o
espiritual es irrepetible y difícil de explicar o recrear. La mente se evade, el cuerpo se estremece y el espíritu se eleva.
Parafraseando un verso de Rumi:
Ven a contemplar el
cielo en primavera.
Hay luz y hay tinte y
hay enamorados
en los colores del
arcoiris.
Si no vienes, todo eso
no importa.
Si vienes, todo eso no
importa.