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desde mi atalaya |
Desde el albor de los tiempos
hemos mamado la capacidad de catalogar y encasillar a las personas por sus
actos. Por ejemplo, si son buenos o malos según nuestra percepción basada en
nuestra escala de valores, religión, experiencias, educación, cultura.
Sin embargo, hay un rasero
distinto y benévolo en el momento de enjuiciar nuestras acciones. Ni buenas ni
malas nosotros actuamos según nuestra verdad, así se nos plantee la vida y
siempre desde la creencia de que no nos quedaba otra, por tanto no reprensible desde
ningún prisma.
Expresaba yo que, esto nos viene
por aprendizajes y experiencias y, además, avalado por un sistema social que
necesita de esta dualidad (un universo dual donde caben el bien y el mal, la
noche y el día, lo blanco y lo negro, polaridades, estas, que se contraponen)
para sostener una norma y un mandato bajo el que gobernar sobre la
individualidad de los cuerpos.
Desde otrora, en todos los
tiempos y civilizaciones ha operado la necesidad de catalogar a las personas. Religiones
y filosofías se han encargado de dogmatizar al respecto, hablando de su verdad
y que todo lo que la contradice es lo opuesto a la VERDAD, la falsedad. Los que
les siguen y practican son buenos y por ende los que se oponen son los malos y
hay que corregirlos, traerlos al redil y en su defecto apartarlos, anularlos,
aniquilarlos.
Hay aquí un razonamiento en la lógica
del universo dual, aun cuando quede patente que todo es día con su tiempo claro
y su tiempo oscuro. Para nosotros, si se quiere, con su tiempo de actividad y
su tiempo de inactividad (trabajo y descanso, en una sociedad regida por la economía).
Esto es, al igual que ocurre con las personas (esencias), que nos etiquetamos para de la misma manera aplicarnos una economía diferente
a cada existencia. Existo como hombre o mujer y cada uno con su preforma y presupuesto.
Somos seres completos (lo de la
media naranja es otra patraña más del espacio de gobernanza y manipulación). Somos
realidades que estamos aquí para experimentar el amor. Y, el amor no tienes dos
caras. No existe, en el universo No Dual, otra cara del amor. No, no hay
amor/odio. Ni el bien, ni el mal.
Por ello, si somos seres
completos, partes indivisorias del SER COLECTIVO (todos somos UNO, somos partículas
de la energía que es el universo) y
estamos pestañeando el amor, no cabe clasificar a las personas y sus
experiencias como buenas o malas. Cada unidad, en mayor o menor medida, ensaya
y percibe según su necesidad y deseo de amar y ser amado. Todo es experiencia
de amor, vividas dentro de una escala que no podemos razonarlas desde el prisma
de un Universo Dual.
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