En mi opinión, las personas nos
encontramos con la pérdida de un ser querido ante una estación de invierno
severo. Partiendo desde este punto, a todo lo que acontece tanto interiormente
como en nuestro entorno, que nos perturba de nuestro estado de aflicción,
podemos darle una lectura nociva e invasiva. El devenir del día a día puede
alcanzar cotas de sufrimiento gélido que en otra estación no suponen ningún
planteamiento: ni positivo ni negativo. Sin embargo, por esta característica
del doliente: Una persona con las
capacidades mermadas, inestable emocionalmente y físicamente menguado, todo
se magnifica de la mano de la resistencia, la censura, la desaprobación, la
protesta,...
No obstante, no a todas las personas
les afecta en la misma medida. Dependiendo de la vivencia y el conocimiento
empírico de cada cual, de los recursos alcanzados, incluso del modo en que se
produce la pérdida y del vínculo con el/la
fallecida, así vivirá o “morirá” el doliente con los problemas o
conflictos que se deparen en los días/meses/años que dure el hiriente invierno
del duelo.
Entiendo que a todos/as nos
afectarán, en diferentes grados y niveles, en el principio del duelo, dichas
interferencia. Interferencias a las que podemos definir como pulgas, ya que son
eso “picores en el alma”. Molestias que
nos impiden vibrar con lo que se remueve tras el duro golpe de la pérdida, que conlleva una catarsis, si se me permite,
una catarsis que tras la metamorfosis, semejante a la de la crisálida, de todas
las dimensiones del ser humano, nos lleva a reordenar nuestra biografía para
seguir viviendo.
Para entender el
concepto “pulgas del duelo” es necesario, primero, conocer el comportamiento y
efectos de la pulga (parásito): Parásito que se nutre del ser que habita. Se
instalan en zonas de difícil acceso. Es difícil de detectar. Y generan comezón
y tormento, además de transmitir enfermedades.
Las pulgas del duelo
son el abanico de conflictos, problemas y dificultades propias del día a día,
que forman parte de la vida, que pueden, al igual que la pulga en el perro,
alojarse en el doliente. La persona doliente, que por su carácter de doliente
en proceso de duelo, reúne condiciones y un entorno que favorecen albergar
problemas, contratiempos que surgen con más frecuencia e innumerables
conflictos que no están relacionados con la pérdida ni el proceso de duelo,
pero que se le anexan. Éstos le producen dolor picante y la incapacidad para
confrontarlos. Pudiendo llegar a alterar la elaboración del duelo y en casos
provocar un duelo patológico.
Nos podemos encontrar
con dos tipos de pulgas: las que vienen de fuera y las que nos vienen de
dentro. Entre las que nos vienen externamente podemos toparnos con las que
se relacionan con herencias o tener que gestionar asuntos que requieren de
decisiones reflexionadas y/o importantes; entre otros muchos ejemplos, también hacer la declaración de la renta. Y, las pulgas que nos surgen del interior, que
tienen que ver con la conciencia, el íntimo del ser, los procesos mentales y
los arbitrios que el doliente procesa, produciéndole desasosiego y causándole
sufrimiento calloso.
Las
pulgas del duelo van tomando posición sigilosamente hasta que el doliente está
más débil y frágil que es cuando la pulga aflora con más posibilidades de
alimentarse de una persona que está sufriendo por la pérdida de un ser querido.
Una persona con las capacidades mermadas, inestable emocionalmente y
físicamente menguado. “En estas circunstancias el doliente no tiene ganas, ni
fuerzas ni deseos de rascarse y desembarazarse de las pulgas. Una persona a la
que todo le da igual.”
Además, y para acabar, el doliente atribuye y correlaciona las pulgas con la necesidad de dar la cara
a problemas del pasado o del presente que conllevan inconvenientes específicos
y que, esto unido a “pensamientos engorrosos y amargos”, le perturba la paz
interior.
Biografía: El Duelo, Luces en la Oscuridad. José Carlos Bermejo y Consuelo Santamaría.
Editorial: la esfera de los libros
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