domingo, 17 de febrero de 2013

caminante no hay camino



el faro de Cádiz
En la vida es necesario, para realizarla en plenitud y fértilmente, un camino que seguir.

Cuenta en su libro Charla de mesa el maestro sufí Rumi que “había un rey que envió a un súbdito a otro país para cumplir con una única y concreta tarea. El enviado va a ese país y realiza otras cien tareas, pero no realiza aquella para la que fue enviado. Al regresar a su reino y rendir cuentas al rey, éste le dice que al no haber realizado la tarea para la que fue enviado es como si no hubiese hecho nada en absoluto”.

Nuestra tarea en la vida es encontrarnos con nosotros mismos. Sin embargo, como el enviado de la historia, nos dedicamos a mil otras actividades, a realizar mil otras tareas. Tareas que nos llenan la vida pero que no nos conducen al encuentro con nuestra naturaleza fundamental.

Es posible, y así lo constato, que hay caminos que nos acercan y pueden parecer suficientes para nuestro EGO. No obstante, sí de verdad queremos realizarnos, lo que realmente nos llevará al culmen de nuestro desarrollo como personas, es adherirnos a una escuela, a un maestro que nos guie por la senda que nos encauce al ser que ciertamente somos.

Ni el maestro ni el camino deben ser dogmaticos ni cerrados a otras fuentes de agua fresca. Pero eso sí, deberemos seguir sus normas y preceptos sin desvirtuarlos.

Este maestro y el camino, claro está, han de ser para nosotros nutritivos en el sentido de que nos acompañen y encaminen en la línea que pretendemos: el encuentro con nuestro ser primogénito.

Esto requiere de ser fieles a ellos, constantes y perseverantes, valientes, dispuestos y motivados. Devotos seguidores, honestos con nosotros y nobles para con los demás.

Para encontrar el maestro apropiado y adecuado a nosotros y nuestro camino, convenimos en, lo primero, buscar con todo nuestro ser holístico. Es decir, desde las cinco dimensiones del ser humano: Corporal, Social, Emocional, Intelectual y Espiritual/Religiosa. Lo segundo, es que al igual que el maestro el camino ha de ser de sabiduría para la transformación. Pero ¡ojo! no debemos anclarnos en la búsqueda perpetua. Necesitamos elegir y elegir juiciosamente. Un indicativo del buen camino será la dimensión del sufrimiento que nos aflige la transformación y las lágrimas que vendrán de las tareas del maestro y las piedras del camino. Todo crecimiento conlleva dolor en un proceso sempiterno de vida-muerte-vida. Y tercero, requisito indispensable, la confianza en el maestro y en el camino.

Buda recordaba en sus enseñanzas estas “Cuatro Confianzas”:
Confía en el mensaje del maestro, no en su personalidad;
Confía en el sentido, no sólo en las palabras;
Confía en el sentido real, no en el provisional;
Confía en tu mente de sabiduría, no en tu mente ordinaria y llena de prejuicios.

Para acabar, por último, consciente de que se nos abrirán caminos diversos y que encontraremos cruces en ellos y,  que se presentaran, también, falsos maestros. Mi consejo es que atendamos a la opción que más nos inspire.

caminante no hay camino, YouTube
Unas cuestiones para ponernos en faena:
¿Quién es nuestro rey?, ¿Cuál es nuestra tarea?, ¿A quién seguimos? y ¿Por dónde caminamos?

2 comentarios:

  1. Una reflexión Juan Carlos, tener un maestro del que seguir sus preceptos y normas, ¿no nos lleva a una posición de desigualdad, de desequilibrio, en el que el maestro dicta y el aprendiz acepta?¿lo ves como una relación de iguales?¿no desembocaría en una dependencia espiritual?, hay lo dejo. Un saludo

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    1. Gracias por la reflexión. Una reflexión que yo me he planteado muchas veces y una situación de la que huyo como de la peste. Sin pretender responder porque las preguntas son sus respuestas y tienen razones contundentes. Yo me quedo, a este respecto que planteas, en las tres primeras enseñanzas de Buda que cito: confía en el mensaje, confía en el sentido y en lo que es real.
      Por su puesto que fijar la mirada en el maestro no nos llevará nosotros y nos hará esclavos. Yo busco un maestro que pueden ser otros que ya caminaron antes que nosotros y con un estado de conciencia del YO superior, no una sola persona.
      Te reitero mi agradecimiento y te invitó a continuar la reflexión.

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