La locura del vivir viene del miedo a no saber vivir. Para disfrutar de la vida y que no se convierta en un absurdo hay que querer vivir, vibrar con lo que acontece, sentirse vivo asumiendo los riesgos y gritar. Gritarle a la vida: ¡!Sí, estoy aquí y estoy vivo¡¡ Porque la vida nos trae tormentas constantes y su paz subsecuente. Ante la vida hay que presentarse con paraguas y chubasquero. Hay que reunir recursos y pertrechos para afrontar la tempestad, cuando llegue. Y, tener la humildad suficiente para sentirnos uno/a con la vida. La vida mana y permanece en un constante compas de vida-muerte-vida, mientras que nosotras, las personas, somos finitas. ¿Por qué -nos preguntamos- para lograr una vida más agradable, más atrayente y más serena, no desarrollamos el mismo esfuerzo que desplegamos, por ejemplo, para disimular una arruga?.
Para saber vivir hay que aprender
a vivir. Desde que nacemos vamos adquiriendo instrumentos, aparejos, artilugios
y armas que, a la vez, nos van conformando en personas atrevidas o vacilantes,
cobardes o valientes, emprendedoras o prudentes según nuestros progenitores,
educadores, entorno, historia y cultura o lo que se torne. Porque la vida para
todas y todos es igual, sin embargo no todas las personas la vivimos de la misma
manera. Lo que para unas es un día sombrío de tormenta para otras es una
oportunidad de salir a bailar bajo la lluvia.
Ya sabemos que la vida es hermosa
y a la vez trágica. Porque la vida es así. Depende de nosotros mismos y de nosotras cómo gestionemos
lo uno y/o/u lo otro. Podremos fijarnos metas y constantemente, una tras otra, sobrepasarlas
sin encontrar el consuelo del resultado. Decía Gandhi: “jamás renuncies a las
acciones, renuncia a los resultados”. Podríamos decir aquí: jamás renuncies a
vivir, renuncia a la muerte.
La Historia nos muestra cómo, en todos los
tiempos y en todos los lugares, los hombres y las mujeres han buscado fórmulas
para vivir más y mejor, porque la vida es finita, para el ser humano. Vivámosla
en presente. Disfrutemos del aquí y ahora. Que nos llamen locas por derrochar lo
que tiene y dilapidar los días. Loca o Majareta que es lo mismo, pero más
castizo, por ser arriesgadas y atrevernos a gritar, gritarle a la vida.
Al menos, para mí, la vida suena
con una cadencia armoniosa y una sonoridad que me permite, al prestarle el
oído, gozarla. Ya que la vida se me ofrece cálida y vibrante, a la vez que
fría, silenciosa y discreta, con ésto la vivo. Es la única que tengo, según la
razón me alcanza.
Y es, cuando una descubre los sentidos
profundos que orientan toda la vida, que
quiere gritarte:
¡!SÍ, ESTOY AQUÍ Y ESTOY VIVO¡¡
Me dijeron una vez que un solo
instante, una mirada compartida entre dos personas, crea un vínculo que perdura
para la eternidad.
Gracias Pilar por lo compartido!!
Descanses en paz!!
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