En la memoria esta escrita
nuestra historia y podemos adentrarnos en ella para ponerla por escrito. Ya
publiqué un post titulado “lugares, que estaban y quizás ya no estén” es fruto
de este trabajo de plasmar la sustancia, contenida en el disco duro, para no
olvidar.
En esta ocasión son tres, cuatro
pinceladas de momentos retenidos. Tres o cuatro fotografías recuperadas de
entre las hojas amarillentas de mi álbum. Memoria releída" compuesta por cuatro trozos extraídos de la mina que contienen información, fiable o no, veraz o inventada, empero mía, muy mía. Voces de mi blog de notas.
Yo me acuerdo
Yo me acuerdo del juego entre
gorriones en mi terraza. Me acuerdo de que no conocía a la mayoría de las
personas invitadas a mi primera boda, imagino que como le ocurriría a Lolita la
hija de Lola Flores, y me acuerdo de su gloriosa e inmortal frase: “Si me
queréis iros”. Me acuerdo de que mi abuela me llevaba todos los sábados al
mercado y me compraba un regalo. Me acuerdo de vestirme de pirata y volver
desnuda. Me acuerdo de la película de Frankenstein en blanco y negro y de las
tres franjas de papel que le ponía mi padre al televisor para verlo en color.
Me acuerdo del “vamos a la cama” y la carta de ajuste. Me acuerdo de Sor Ángela
y de su regla de madera de cincuenta centímetros. Me acuerdo del Batallón
Infantil desfilando detrás de las Mallorets y del entrañable Carlo sel Legionario. Me acuerdo del Teatro Pemán y del
Cortijo de los Rosales y de colarnos por la reja del parque para escuchar a Paco
Gandía. Me acuerdo de las tiras de triquitraques y el olor a pólvora. Me
acuerdo del tren Cádiz-Madrid que tardaba doce horas y se llamaba el Rápido.
También me acuerdo de los compartimentos de sus vagones y que se podía bajar la
ventanilla para decir adiós sacando la mano. Me acuerdo de Marchena Picuito, coetáneo de Carlos el Legionario. Yo me acuerdo del lavadero, de los lebrillos y de las
tinajas con agua fresquita. Y me acuerdo de voz de Gloria Fuerte y su poesía
sobre la paz: “si todos los políticos se hicieran pacifistas, vendría la paz”.
Olores, que nos trasportan la memoria
Mis enemigos no son los vientos
ni las mareas. No son el inicio de un ensueño pelele, sino arrojarme a un
paraíso de serpientes con siete cabezas. Es calcar el transcurrir de mi espiga sobre
un cuero macerado por los olores del ayer: la acetona, la piel o la perica. Desabotonarme.
Una necesidad de retirar el capuchón y volar hacia la presa que ceba mi reserva
que permanece encadenada a estos olores. Una búsqueda para callar a la huidiza belleza
de la rosa y encontrarme con el monarca de la frescura, al que el ruiseñor
enamora con su copla y al que todas elevamos sueños.
Oronda retentiva
La memoria chisporrotea en una
espinosa porfía de límites. Rechina un lamento de emanaciones. Un espantajo de
olores, un aroma quimérico, una leyenda de esencias. Miasmas exasperadas, duras
como botas que pisotean la efigie de los anhelos y las entrañas tiernas.
La memoria contiene los
sentimientos y mis apagadas vigas destilan al no recordar los sabores de lo
remoto aun brillando alegres en el presente. Puedo sentir la rabia al recordar
el daño sufrido entre la enredada madeja de la madrugada y el complicado laberinto
del tiempo aun estando ahora a salvo. Las ramas de los árboles tocan los
sollozantes cristales del paladar haciéndome gemir en el campo de los sabores
perdidos. Un vértigo ante las posibilidades en la encrucijada de un almacén de
piezas cósmicas, gusto y desazón. Pero es ahora, en el ahora, que los violines
ya no agonizan por el vibrato de placer con sabor a papel de arroz haciendo
saltar los cerrojos que encarcelaban mi resonancia de un aliño surgiendo en
forma de suspiros, romos, metálicos, y no, no no, fríos no. Páramo para la
música de esencias azules. Carmesí destilado en el fondo de la copa. Cabalgata
de recuerdos llenos de personajes, extraordinarios de tan normales, normales de
tan extraordinarios, por entre las calles de la Viña y los callejones del laurel.
Hoy el sinuoso teatro de mi paladar se desarrolla en la orilla de una barroca
rebeldía. Hoy soy la muñeca enamorada de la bailarina del sabor.
no importa si el tiempo dice la verdad o no, o es invención de mi deseo, pero no voy a olvidar mi historia. Continuará...
agradecimiento a la "escuelita de las palabras" y las personas que la suman!!!
no importa si el tiempo dice la verdad o no, o es invención de mi deseo, pero no voy a olvidar mi historia. Continuará...
agradecimiento a la "escuelita de las palabras" y las personas que la suman!!!
Siempre es un placer leerte, Juan Carlos. La memoria alimenta el alma, recuerdos de lo vivido que nos acarician en lo más profundo del corazón. Un abrazo.
ResponderEliminarLos recuerdos, como el oleaje, van y vienen. A veces, se rompen violentamente contra las rocas y otras, mecen la barca de los sentimientos... "Compi",es muy entrañable leerte.
ResponderEliminarQue tiempos aquellos...recuerdo de pequeña a marchena un día iba con mi abuela y le grito¡¡marchena picuito!! Saco una piedra del bolsillo y salió corriendo tras nosotras jeje.también me acuerdo del antiguo parque de bomberos yo tenía 3 añitos y para que yo comiera mi abuela me llevava allí con la fiambrera y algunos bomberos me decían si te lo es todo te montó en el camión y yo me lo comía todo e iba y decía ya me lo comí todo montarme en el camión y me montaban 😂😂que recuerdos tambien recuerdo el kiosko de chuches de carmen que habia al lado y otro kiosko de otra Carmen en la plaza de España que tardes más maravillosas pasaba
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