el faro de Cádiz |
Cuenta en su libro Charla de mesa el maestro sufí Rumi que “había un rey que envió a un súbdito a otro
país para cumplir con una única y concreta tarea. El enviado va a ese país y
realiza otras cien tareas, pero no realiza aquella para la que fue enviado. Al
regresar a su reino y rendir cuentas al rey, éste le dice que al no haber
realizado la tarea para la que fue enviado es como si no hubiese hecho nada en
absoluto”.
Nuestra tarea en la vida es
encontrarnos con nosotros mismos. Sin embargo, como el enviado de la historia,
nos dedicamos a mil otras actividades, a realizar mil otras tareas. Tareas que nos
llenan la vida pero que no nos conducen al encuentro con nuestra naturaleza
fundamental.
Es posible, y así lo constato,
que hay caminos que nos acercan y pueden parecer suficientes para nuestro EGO.
No obstante, sí de verdad queremos realizarnos, lo que realmente nos llevará al
culmen de nuestro desarrollo como personas, es adherirnos a una escuela, a un
maestro que nos guie por la senda que nos encauce al ser que ciertamente somos.
Ni el maestro ni el camino deben
ser dogmaticos ni cerrados a otras fuentes de agua fresca. Pero eso sí,
deberemos seguir sus normas y preceptos sin desvirtuarlos.
Este maestro y el camino, claro
está, han de ser para nosotros nutritivos en el sentido de que nos acompañen y
encaminen en la línea que pretendemos: el encuentro con nuestro ser primogénito.
Esto requiere de ser fieles a ellos,
constantes y perseverantes, valientes, dispuestos y motivados. Devotos
seguidores, honestos con nosotros y nobles para con los demás.
Para encontrar el maestro
apropiado y adecuado a nosotros y nuestro camino, convenimos en, lo primero, buscar
con todo nuestro ser holístico. Es decir, desde las cinco dimensiones del ser
humano: Corporal, Social, Emocional, Intelectual y Espiritual/Religiosa. Lo
segundo, es que al igual que el maestro el camino ha de ser de sabiduría para
la transformación. Pero ¡ojo! no debemos anclarnos en la búsqueda perpetua. Necesitamos elegir y elegir juiciosamente. Un indicativo del buen camino será la dimensión
del sufrimiento que nos aflige la transformación y las lágrimas que vendrán de
las tareas del maestro y las piedras del camino. Todo crecimiento conlleva
dolor en un proceso sempiterno de vida-muerte-vida. Y tercero, requisito indispensable, la confianza en
el maestro y en el camino.
Buda recordaba en sus enseñanzas estas “Cuatro Confianzas”:
Buda recordaba en sus enseñanzas estas “Cuatro Confianzas”:
Confía en el mensaje del maestro, no en su
personalidad;
Confía en el sentido, no sólo en las
palabras;
Confía en el sentido real, no en el
provisional;
Confía en tu mente de sabiduría, no en tu
mente ordinaria y llena de prejuicios.
Para acabar, por último, consciente
de que se nos abrirán caminos diversos y que encontraremos cruces en ellos y, que se presentaran, también, falsos maestros.
Mi consejo es que atendamos a la opción que más nos inspire.
caminante no hay camino, YouTube
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Unas cuestiones para ponernos en
faena:
¿Quién es nuestro rey?, ¿Cuál es
nuestra tarea?, ¿A quién seguimos? y ¿Por dónde caminamos?