Después de varios años realizando voluntariado en diversos ámbitos de la sociedad: hospitales, personas sin hogar, cooperación internacional, jóvenes,… siempre he tenido claro que para donar tiempo no basta con la voluntad, además hay que aportar saberes.
Tener está conciencia es vital para hacer un voluntariado excelente (Excelente que no perfecto. Aspirar a la perfección, digo yo, no nos hará mejores, “nadie es perfecto ni lo será”. Es un tema que quiero tratar en otro post, porque buscar la perfección es un arma de doble filo). El trabajo excelente dice de nosotras que somos personas preparadas, que sabemos dónde estamos y para qué. Y, siempre en constante formación, informada y alerta.
No podemos dar a otras personas aquello que no tenemos y si lo hacemos no es sano ni justo. Ni para ellas ni para nosotras mismas.
No es justo porque, y es nuestra responsabilidad, la otra parte espera de nosotros todo. Es un acto voluntario, aunque es un movimiento cargado de responsabilidad y compromiso.
Responsabilidad y compromiso de estar preparado para ejercer una labor para la que nos ofrecemos gratuitamente, pero que reclama un alto precio. Debemos estar capacitados para afrontar un amplio abanico de situaciones extremas y que además conllevan un coste para nosotras, en algunos casos: un alto coste. Quiero poner mucho énfasis en esto porque he visto sufrir a voluntarios/as compañeros/as en el ejercicio de su tarea; yo mismo he sentido la necesidad de protegerme del dolor del otro/a porque, es así, tendemos a solidarizarnos de la vivencia de la otra persona y se refleja en nosotros mismos aquello que queremos sanar en el otro. Bien porque nosotros mismo, anteriormente, lo hemos vivido o por apego.
El voluntariado, por una parte, requiere prestar unos servicios de cuidado y ello necesita de conocimientos especializados sobre las diversas tareas, sucesos, vicisitudes y dilemas que se nos presenten, así como saber adelantarnos a los acontecimientos. “la mejor manera de cuidar es prevenir”. Esto, además, demuestra nuestras capacidades y la persona cuidada confiará se dejará cuidar por nosotros al ver que nos movemos en un contexto que conocemos.
Del otro lado del voluntariado, está nuestro autocuidado. “El voluntariado no es para superhéroes”. O, lo que es lo mismo "El voluntario/a no es un superhéroe o una supergirl" El voluntario/a no debe olvidar que es persona y frágil. Que ha tenido y tiene experiencias de vida y, en muchos casos, las mismas que las personas a las que se acerca brindando la ayuda. Esto suele ocurrir más en el ámbito de la salud. El voluntario/a de entidades socio-sanitarias: Cruz Roja, Asociación Española Contra el Cáncer, Residencias de Mayores y tantas otras, suele ser un afectado y/o familiar. Esto nos hace vulnerables a identificarnos con las personas a las que auxiliamos y sus dolencias. Pudiendo entrar en un proceso de revivir nuestras propias dolencias: físicas y psíquicas. Quién no tiene un abuelo en residencia aquejado de Alzheimer, o un familiar afectado de cáncer, o un hermano muerto en accidente de trafico o tetraplejico, o un tío alcohólico, o tantos otros supuestos. ¿Cuál es tu caso?
Tampoco, el voluntario/a puede olvidar que trata con personas (al menos en los voluntariados que yo he ejercido y sigo ejerciendo) y con sus vidas.
Es por ello, que no podemos descuidar una serie de requisitos que nos mantendrán en el ser, estar y hacer que requiere la labor de ofrecerse a los demás y no fallecer en el ejercicio.
Para ello y por conocimiento empírico, yo aporto que: el trabajo en equipo, el sentirnos acompañados, la información, la formación continuada y de calidad y preparación tanto física como psíquica son indispensables para cuidar y cuidarnos. Cultivarnos en actitud y aptitudes.
Una máxima, para ti si quieres ser voluntario/a, es y tiene que ser: “cuidarse, por fuera y por dentro”.
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