El viajante vive la experiencia de su proyecto desde la concepción del mismo, durante el desarrollo del mismo y hasta su desenlace en primera persona. Dueño de su tiempo, de sus aventuras y, porque no, de sus desventuras. Disfrutando de conocer, compartir y asimilar cultura y culturas.
Por el contrario, el turista es un mero peón dentro de una partida de ajedrez. En la que él, a pesar de haber elegido color, no es el jugador que mueve las piezas por el tablero. Es decir, elige su destino pero son otros los que lo transportan, encaminan y exhiben por unos sitios de interés, generalmente, acondicionados para acoger a estos y limpiarles en todo lo posible su presupuesto.
!Yo, me considero un viajante!. Me encanta viajar y disfruto enormemente del camino y del vehículo, ya sea tren, avión, autobús, barco o coche -me queda tomar la mochila y hacer el camino a pie, sin embargo, por mi carácter sibarita aún no se ha dado-.
No es tanto a dónde vaya ni la duración del traslado como la experiencia de lo vivido en la travesía. Gozo en los trasbordo, de las esperas para zarpar en el barco que me lleve allende los mares o, de leer sentado en el andén antes de subir al tren que tanto me enamora (he de reconocer que soy un nostálgico cuando se habla de ferrocarriles). Me deleito en las “paradas de postas” de reponer fuerzas alimentando el cuerpo. No hay tienda de libros de una estación de Renfe que yo no haya pisado. Alguna vez me encontré con alguien conocido en un aeropuerto. Recuerdo que me pareció un milagro y pensé que la vida es sabía: por alguna razón ha surgido el encuentro. Esa persona o personas pasan a ser determinantes del momento y del viaje, por lo que los anoto en el cuaderno de bitácora. El avión es una experiencia de “altos vuelos”, algo inexplicable. Un desafío a la naturaleza que nos manifiesta paisajes inconmensurables. Los que más me atrae es la imagen de los ríos serpenteantes y las ciudades colmadas de infinitos pequeños focos de luz y calor, me imagino, todo un universo de vivencias tras cada uno. Porque entiendo por viajar vivir un sueño: primero fantaseé cómo sería para vivirlo después y sorprenderme.
Por otra parte, hay algo de lo que si me alejo: de los comerciales que intentan, en la sala de espera del aeropuerto o en el hall de la estación hacer que adquieras una tarjeta de crédito de tal o aquel banco o nos sorprenden con promociones, descuentos, regalos y sobretodo ventajas, nos dicen. ¡¡Como si yo fuera un ingenuo turista!!
Al fin, no importa si viajo por trabajo o por placer. Leí en una revista y lo tomo para mi “No existe viaje si no hay conciencia del paso del tiempo” Y, retomando la metáfora de la partida de ajedrez: para mí no es un mero juego viajar, es la vida misma.
Largo camino éste que hemos recorrido; en él anidaron la ilusión de poder, la certeza del querer, las horas vigilando la desesperación, el mar en calma y el corazón empeñado en seguir.
ResponderEliminarInmensos pasos dados en la línea trazada del alma, que desembocan, sin lugar a dudas, en las alas deseadas...
Me disponía a hacerte un comentario pero al ver este de ISABEL , me he quedado en blanco , de todas formas te felicito por aprender también .
ResponderEliminarpienso que escribes muy bien
Hola Teresa, muchas gracias!! me gustaría que sí comentaras sobre el artículo.
ResponderEliminarClaro que Isabel pone el listón muy alto, pero no es vara para medirnos los demás, es simplemente su comentario, aunque se exprese tan poéticamente.
Tiene su por qué... es mi profe.
Hola Juan Carlos , describes los sentimientos de libertad al dedillo,
ResponderEliminarpor que poder viajar para mi es libertad ,y cada momento de ese viaje lo disfrutas con sentimientos distintos , tu entusiasmo y tu saber me contagia . Muchas gracias y ENHORABUENA ...