![]() |
en la fachada de la Farmacia Perdiguero PérezC/ Cervantes, 48, Cádiz |
El compromiso nos arrastra por
mil maneras conformes y discordantes de ser felices.
Por ello, no basta con la
voluntad de comprometerse, hay que comprender porque nos comprometemos y que
esperamos del compromiso.
¿Comprender el qué?
-“Comprenderse a una misma para
entender lo que las demás me manifiestan”.
Y, en esa senda, “experimentar, en el ahondo, lo que vivimos más allá de los
límites de la piel”. Esto, nos ayudará a enumerar las clausulas de nuestro convenio con la vida.
Claro está, e importa y mucho, que el
nivel de volumen que le demos a la responsabilidad del pacto no puede superar
los decibelios a los que nuestro Ser esta apareado en y para el tronado de
nuestra existencia en el que estamos relampagueando, lo que viene siendo en el sonoro “aquí
y ahora”.
Si este acople, que debería ser
un suave vaivén, es impropio, a veces, enojadas e inconscientemente, atribuimos
fuera la dejadez y el desánimo que nos provoca el compromiso o la falta de este
o la impertinencia y fatiga del mismo. Es como la crisálida que espera a que el
capullo se abra desde fuera,
discúlpenme! –una estupidez, la verdad.
Está bien! Hay que salir a
caminar, pero si llevamos los cascos puestos –repito- ajustemos el volumen a la
vibración de la sístole y la diástole de nuestro latir y sin perder el ritmo acompasado del aliento. Y, exploremos por dónde
podemos desvelar el rumbo que nos lleve al compromiso entonado y de una manera
natural, sin hastío y con tierra bajo las uñas.
¿Dónde sumergirnos?
-Pienso yo que -en las sombras.
¿Qué sombras? -Las nuestras. –Posi, Amarrosa.
Aquello que no queremos ver, lo
oculto a nuestra mirada -porque así lo requiere el ego-. Allí, en los rincones
oscuros y opacos, de piso resbaladizo, allí está la luz. Y, nos ayudara a darle
intensidad, a esta luz, fijar la vista en las personas que nos la proyectan (la oscuridad, lo que no me gusta).
Dicho esto, no es recomendable y
poco beneficioso, incluso, diría yo, temerario, ir al compromiso como el que
busca en un ropero ajeno y desordenado. Ya que suele ocurrir que nos vistamos
de manera confusa, dispar a nuestro estilo y poco conjuntado, cuando menos.
Solemos comprometernos como vestimos
la piel (para crear una imagen hacia los de fuera). Sin embargo, y es mi
opinión, comprometerse tiene más que ver con estar acorde con la necesidad de
la estación, con vestirse de temporada (vestirse para lo intrínseco).
Vestirse para el momento es comprometerse con la trascendencia. Y nos ocurre
con frecuencia, relativamente asidua, que “a ti te baila la falda y a mí el
pantalón”, una forma de expresar como otra cualquiera que hay veces que nos
enrolamos en compromisos que nos quedan grandes. Buques ingobernables para un simple
tripulante. Barcos que no nos permiten la travesía porque, sencillamente no
podemos zarpar al no poseer el saber y la maestría necesaria para gobernar la
nave. Y nos quedamos amarrados a puerto, en el mejor de los casos, o podemos
quedar anclados en bahía y aislados de la toma de tierra.
Entonces, y esto es una
invitación personal, “romperse la camisa y seguir hasta los amaneceres”, es la
más coherente de las salidas, la que optaría un experimentado lobo de mar.
Soltar amarras no sería prudente. El tripulante debe comprender que su rol no es
ese y debe ajustarse el volumen desprendiéndose de una casaca que no le
corresponde. La invitación es a desnudarse
para verse como una es y acudir a la noche estrellada sobre la inmensidad del océano para entender, para darnos cuenta. Esto
sería más avispado, intuitivo e inteligente.
Desde allí y fijando la mirada en
el manto oscuro de la bóveda interior, vislumbraremos el compromiso que nos aviene y nos hará avanzar. Se nos manifestara porque es real y como un
paisaje relajante. Nuestro compromiso con nosotras mismas, con la vida, ha de
ser zen o no lo será, será otra cosa.
Añadir que, a mi modo de ver,
solo hay un compromiso, una acción que realmente es necesaria para sobrevivir y
es comprometerse con el agradecimiento a la vida o lo que es lo mismo
comprometerse con el amor. Recibir -sinónimo de agradecer- de la vida, lo que la
vida nos da en abundancia, es el único alimento capaz de saciar la sed de piel
que nos muerde el corazón. Visto así, diría yo que, el compromiso es una oportunidad para experimentar lo que ya comprendemos del amor y avizorar nuevos goces.
Gracias, Mamen, por mostrármelo!!
"es el Amor lo que mantiene todo unido, y también es el Todo" Rumi