!Entre el Bien y el Mal, hay una
linde difícil de delimitar¡
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Dios Momo, Carnaval de Cádiz 2014 |
Me expresaré sobre esta sentencia
teniendo cuidado de no resbalar sobre las piedras cubiertas de verdín húmedo que abrazan a la
hermosa playa de La Caleta y que aquí quiero que representen este escabroso tema.
Hay en el saber popular, que es
donde realmente reside la sabiduría del ser humano y donde los complejos
dilemas se resuelven con y en lacónicos adagios, revelados por la experiencia
de vida, trazada de paisajes y rasgaduras labradas en el corazón, un sinfín de
argumentos y razonamientos sobre lo que está mal y lo que está bien, sobre
quién obra de provecho y quién en detrimento.
Yo que no quiero ser juez ni
fiscal, defensor o detractor, ni de unas ni de otras, centraré estas negras
sobre blanco, no en la persona más débil pero, sí en la más torturada por sí misma a
los ojos de mi corazón. Más, suscitado el capricho de plasmarlas por un hermoso cuento oriental que recita así:
“Noori,
maestro espiritual, se retiró a su habitación con un extranjero que fue a
visitarle. Ambos se lamentaron hasta sollozar juntos. Una vez el viajero
marchó, Noori dijo a su discípulo: --¿Sabes quién era? Era el diablo.
Me ha hablado extensamente de los servicios que ha prestado a Dios y que no le
han sido recompensados, y del terrible sufrimiento que experimenta a causa de
su separación del Señor. Y ha llorado y yo he llorado con él”.
Nos señala y pone luz esta perla,
muestra de ese discernir sencillo que te arrincona –“en una compleja aritmética de sumas y restas entre lealtades y
vilezas” que decía Reverte- sobre el sufrimiento de las personas que ejercen el mal hacia el
entorno que les rodea: el hijo hacia la madre, la amiga contra la amistad, el
padre abusador o el asesino de su gordi.
No es que tenga yo una cierta
blandura del espíritu ni sienta la necesidad de fundirme en un abrazo fraternal
entre Caín y Abel. Ni quiero disculpar el delito infame que comete aquél que
atenta contra la otra, lo que expreso es que hay personas que, alejadas de la
paz, el equilibrio y la armonía, tripulantes de la sinrazón, cuando no, atados al remo en la galera del castigo y despegados del amor, no viven sino que liquidan el tiempo e hipotecan
su vida mientras en tanto la guadaña no les viene a recolectar.
Seres entre heredades sin dueños,
aguas que corren por rincones oscuros de casapuertas donde se confunden sombras
con desconchones, en portales a orillas de adoquinados resbaladizos -decía yo- en
un espacio donde con enturbiada claridad no se distingue quienes son dignos de
la compasión: si las doncellas o los bellacos o, también los bellacos.
Con este titulo, que se aferra más a una novela de Dan Brown, quiero invitarles a leer una reflexión sobre el dolor del diablo.
ResponderEliminarque verdad es, que muchas veces señalamos con dedo acusador a una persona sin saber cuanto dolor oculto hay, sin excusar al asesino, al maltratador, etc.
ResponderEliminarMuy al hilo un libro precioso que se llama nuestros tiempos felices... recomendable y fácil su lectura
ResponderEliminarBesitos